Hemos pasado los últimos tres meses prolongando el gran sabor de boca que nos dejó la victoria sobre el Celta de Vigo en las puertas de la gran final. Durante este tiempo, además de asimilar que nos encontramos ante una cita histórica para el deporte alavés, nuestro Territorio ha ido llenándose de orgullo, de nervios y, sobre todo, de esperanza. Nadie puede evitar que soñemos con la Copa, no queremos que nos despierten de este sueño. Cada mañana camino del Palacio Foral me encuentro con balcones engalanados de albiazul, con escaparates llenos de mensajes de apoyo y con amigos y compañeros contando las horas hasta el partido. No cabe duda de que los alaveses y alavesas nos hemos unido por una misma causa, que remamos en una misma dirección, y cuando eso sucede el éxito está prácticamente garantizado, basta con ver cómo nuestro Territorio goza de una envidiable salud en infinidad de sectores. Somos un referente. Lo que sí podemos garantizar es que durante un día Madrid se llenará de aficionados y aficionadas alavesistas que daremos colorido a la final, tanto en la fiesta que tenemos preparada en las inmediaciones del Vicente Calderón como una vez arranque el partido. A esta bonita cita nos gustaría invitar a los alaveses y alavesas que viajarán desde nuestro Territorio, a las personas que por una u otra razón se encuentran lejos de casa pero harán un gran esfuerzo para acompañarnos y a todos y todas los que desde su casa nos entregarán su ilusión. Seguro que los once jugadores que salten al campo de inicio, los que ocupen el banquillo, los que estén en la grada, los canteranos, los que alguna vez vistieron la zamarra albiazul, estén donde estén, sentirán este apoyo y defenderán con orgullo nuestros colores en el camino de hacer historia. Desde el pitido inicial nuestro aliento estará con el equipo, y recordando las palabras con las que Alfredo Donnay vistió el himno del Deportivo Alavés: “Vitoria (y Álava) entera te aplaude y te acompaña para poder el gran triunfo alcanzar”.