La falta de pegada es el principal mal que ha afectado al Deportivo Alavés a lo largo de toda la temporada y la tarde de ayer parecía que iba a ser una continuación de esa sensación de querer y no poder que este equipo ha transmitido en no pocos partidos. Ahí quedó una primera parte en la que el conjunto vitoriano volvió a desperdiciar alguna de esas ocasiones que parece imposible fallar y que después tanto se echan en falta. Por fortuna, esos errores no quedarán en esta ocasión para el recuerdo como ocurrió en jornadas precedentes. Y es que el acierto que a este equipo se le ha negado en no pocas actuaciones apareció de repente en el arranque de una segunda mitad en la que El Glorioso se convirtió en un torrente arrollador que se llevó por delante al Betis con tres goles encadenados en apenas diez minutos. Ese triplete se vio acompañado ya en el descuento por una nueva genialidad de Aleksandar Katai para firmar el cuarto tanto, el tope del equipo esta campaña igualando la cifra conseguida en Gijón -el 1-4 es la mayor goleada histórica a domicilio- también en un partido en el que los futbolistas menos habituales fueron los grandes protagonistas.
El Alavés, que en la primera parte ni de lejos mereció el 1-0 ni tampoco quedarse sin marcar, aprovechó a la perfección las dudas con el balón y en defensa del Betis para igualar el partido en el minuto 48. Errática salida de la presión, esférico regalado a Nenad Krsticic en la frontal y disparo con la zurda del serbio desde allí ante el que nada pudo hacer Adán para evitar el empate.
A partir de ahí comenzó el festival de Carlos Vigaray, que se encontró una autovía en el carril izquierdo defensivo de los verdiblancos. De nada sirve jugar con cinco hombres de cierre si no se compenetran, están nerviosos y cometen errores propios de benjamines. El lateral madrileño hizo gala de su punta de velocidad, desbordó con soltura hasta la línea de fondo y le sirvió en bandeja el gol del 1-2 a un Rubén Sobrino que de esta manera podía desquitarse de su fallo de la primera parte cuando el reloj marcaba el minuto 53.
La acción que propició el tercer tanto fue de las que causan el enfado general del aficionado que la sufre. Vigaray dejó correr el balón esperando que saliese por la línea de fondo, pero el esférico rebotó en el banderín de la esquina y ese toque le sirvió al alavesista para ganarle la ventaja al defensa bético y centrar para un Christian Santos que ejerció de nueve con un remate brillante que ponía en 1-3 en el minutos 53 y culminaba 600 segundos de locura que le dieron la vuelta al marcador del Benito Villamarín.
Para cerrar la goleada, quedaba la genialidad final de un Katai que exhibió clase y frialdad en el 1-4.