QUIEN pretenda adivinar lo que el destino le reserva a Jesé Rodríguez (Las Palmas, 24 años) cuenta con muchísimas probabilidades de quedarse corto. A día de hoy su futuro es una incógnita. La única certeza habla de que la proyección que le adjudicaba estatus de estrella se ha desvanecido y bien podría engrosar el amplio listado de juguetes rotos que genera el fútbol de élite. No ha transcurrido tanto desde que se hiciera un hueco en el primer equipo del Real Madrid, a donde llegó con unas credenciales apabullantes gracias a que, al margen de exhibiciones en todas las categorías inferiores, superó el récord goleador de Raúl en el filial. Era el favorito de la afición, que veía en este delantero potente y descarado una figura en ciernes, el relevo natural de los cracks identificados bajo las siglas BBC. Y era el favorito de Florentino Pérez, quien pensó que se erigiría en la piedra angular de su proyecto de españolizar la plantilla.

En realidad, solo han pasado tres años y ya se encuentra en otra órbita: milita en la Unión Deportiva Las Palmas, cedido hasta el próximo junio por el Paris Saint-Germain. Puede afirmarse que su mejor servicio al madridismo se sustancia en los 25 millones de euros que el club galo abonó el verano pasado por sus servicios. Firmó para cinco temporadas que presumiblemente no cumplirá. Unai Emery tardó poco en tirar la toalla, en su pizarra no había espacio para el prometedor Jesé. Mayor elocuencia empleó el propietario del PSG, Al-Khelaifi, que no se limitó a declarar que “cuando uno comete un error, es mejor corregirlo que vivir con él”: en enero fichó a Julian Draxler por 42 millones y a Jesé le abrió la puerta de salida.

Sobre la mesa de Jesé se depositó una margarita a deshojar: Liverpool, Milan, Roma, Schalke 04 y Middlesbrough. Rechazó las ofertas con gancho deportivo y optó por regresar a casa. Aseguró que solo se movería para irse a su tierra. Se diría que su pensamiento coincidió con el de Quique Setién, que creía que vestir de amarillo le devolvería “la autoestima” perdida. La operación cuajó previa rebaja de la ficha (2,8 millones netos) que Jesé asumió sin rechistar. Está por ver qué sucede al término de la temporada, pero tampoco en casa ha cuajado.

En su última aparición, en la recta final del partido con el Betis, Roque Mesa conversó con él después de que el árbitro señalase el punto de penalti. El capitán le cedió el privilegio de cerrar la goleada, consciente de que necesita estímulos y una mejora de sus estadísticas. Así marcó su tercer gol en once actuaciones, casi todas grises. Hoy regresará a la titularidad después de no haber viajado a Bilbao por un problema vírico, una anécdota en la frenética existencia de un chico que apodaron el Bichito en el vestuario del Bernabéu porque con el balón en los pies y a la carrera protagonizaba acciones similares a las que encumbraron a Cristiano.

SU FAMA En la actualidad su nombre se vincula básicamente a asuntos extradeportivos. Tiene dos hijos y un tercero en camino. Y una bronca importante, aireada en las redes sociales por la madre de los dos primeros, a los que no ha reconocido. Es una parte de la ajetreada vida de un joven con ínfulas de cantante, como atestigua el tatuaje de un micrófono en su antebrazo derecho y varios temas editados con letras de claro tinte machista a ritmo de reguetón. Cuentan las malas lenguas que en su breve estancia en París prefirió residir en un hotel de lujo cuya gerencia, harta de su comportamiento, contactó con su club para que le atasen en corto.

El carácter díscolo de Jesé no es una leyenda. En su etapa en el juvenil del Madrid fue sancionado con quince partidos por agresión a un árbitro y se le contabilizaron diversos incidentes con rivales que obligaron a tomar medidas. Tampoco mostró aplicación alguna para los estudios, pero es que el chico tenía claro que lo suyo era golear. Y goleó con Carlo Ancelotti al mando. Entonces se llegó a equiparar su nivel al de Gareth Bale y compitió con éxito por un puesto con el galés, así como con Isco y Di María, gracias a su polivalencia en el frente de ataque. Hasta Del Bosque le guardaba una plaza en la preselección para el Mundial de Brasil. Jesé apuntaba muy alto, pero en febrero de 2014 su rodilla derecha crujió: rotura de ligamento cruzado. Volvió, pero ya nada fue igual, de modo que el Madrid decidió desprenderse de la joya de la cantera. Hoy deambula en las filas del Las Palmas.