Vitoria - El Deportivo Alavés lleva viviendo una situación de excepcionalidad desde el arranque de la temporada, ya que a lo largo del curso sus registros como visitante casi siempre han sido superiores a los puntos obtenidos como local. Una extraña tendencia que vivió su primer capítulo justo en la jornada del estreno del nuevo curso y que se ha ido estirando casi irremisiblemente en el tiempo. El único momento de excepción se vivió tras la victoria en Mendizorroza contra el Granada, cuando durante cinco jornadas consecutivas el balance fue mejor en casa que fuera. Desde la victoria en Pamplona en la undécima jornada, en ningún momento el equipo de Mauricio Pellegrino ha conseguido que la balanza se desequilibre en favor de sus resultados en Mendizorroza. Su última opción la tuvo ante Osasuna, pero la derrota ante el cuadro navarro -el otro equipo de Primera División que ha sumado más como visitante que como local- evitó un giro a la tortilla que el conjunto alavesista aspira a dar mañana contra el Villarreal con un triunfo que permita cortar la funesta racha de tres derrotas consecutivas.
Lo normal es que los equipos muestren su mejor versión y obtengan un rendimiento más destacado cuando actúan en su propio feudo que cuando les toca ejercer de viajeros. Una lógica que El Glorioso ha hecho saltar por los aires. Y que es más sorprendente todavía en el caso de un recién ascendido a la máxima categoría que, además, ya ha cumplido con los mínimos exigidos para continuar una temporada más siendo parte de la élite.
El Alavés vive en su particular mundo al revés. El quinto peor local de Primera, con 19 puntos que le situarían en la pelea por evitar el descenso. Eso si no fuera por los 21 que ha cosechado como visitante, el séptimo mejor registro de la categoría y comparable a los clubes que están peleando para clasificarse para competiciones europeas. Precisamente, ese sensacional rendimiento a domicilio ha sido el flotador al que se han agarrado los albiazules desde el arranque del curso para no pasar ningún tipo de apuro. Algo imposible de prever, ya que si se citaran los números como local únicamente todos los expertos citarían al equipo vitoriano como un candidato claro al descenso.
Esta tendencia es tan antigua como la propia temporada. El Glorioso arrancó el curso con un empate en su visita al estadio Vicente Calderón y la igualdad en la balanza se equilibró firmando tablas con el Sporting en Mendizorroza. Después llegaría la visita al Camp Nou, saldada con el primer triunfo del curso. Habría que esperar a la victoria ante el Granada y al empate dos jornadas después contra el Málaga para que la tendencia se viese revertida durante cinco jornadas consecutivas. Pero desde que los alavesistas ganaran en El Sadar, las tornas cambiaron definitivamente. Y así se han mantenido hasta la fecha.
El Alavés tuvo la oportunidad de cambiar la dinámica en la doble jornada consecutiva en Mendizorroza que coincidió con el final de la primera vuelta y el inicio de la segunda. Acumulaba entonces diez puntos como local y doce como visitante, pero con sus empates ante Leganés y Atlético solo pudo igualar un registro que apenas una semana después se desequilibraba de nuevo en favor del rendimiento a domicilio con el triunfo en Gijón, que, con la siguiente victoria en A Coruña, situó el balance en un 12-18 que supuso el mayor diferencial del curso.
A partir de ahí, la amplitud de la horquilla fue menguando y en el último partido en casa ante Osasuna el conjunto vitoriano desperdició la ocasión de darle la vuelta a la tortilla. La derrota en el último desplazamiento a Barcelona propició que el balance se mantenga en 19-21, por lo que si ganan mañana al Villarreal los pupilos de Pellegrino conseguirán que sus números como locales sean mejores que los que tienen como visitantes y rompan, aunque sea momentáneamente, con esa extraña tendencia que ha acompañado al equipo casi todo el curso.