Vitoria - La tan veces manida aseveración de que el fútbol es un estado de ánimo se explica a la perfección cuando uno ve jugar en las últimas semanas a un Deportivo Alavés que ha alcanzado el rango de equipo grande cuando ha conseguido ganar sin necesidad de ser superior a sus rivales. Esa confianza que el equipo de Mauricio Pellegrino tiene por estar firmando una temporada excepcional empujó ayer con fuerza de nuevo. Se adelantó El Glorioso sin apenas generar peligro y después de haber sufrido muchísimo en la primera parte ante la Real Sociedad, en el arranque de la segunda recordó a esas versiones arrolladoras pero carentes de gol que le impidieron y acabó firmando un final calamitoso cuando, ante un rival con diez, concluyó con el culo metido en su propia portería y sufriendo lo indecible por su incapacidad para controlar el partido. En cualquier otra situación, haberse dejado puntos por el camino hubiese sido lo más lógica. Pero la ola de positivismo siguió empujando en el derbi con fuerza inusitada para que este Alavés siga mejorándose a sí mismo.

Con la ya anunciada titularidad de Ely para suplir las ausencias de los sancionados Feddal y Alexis, la sorpresa en el once de cabecera de Pellegrino la supuso la entrada de Romero en la banda diestra en sustitución de Toquero.

Si en Anoeta El Glorioso no se enteró de por dónde le daba el viento y no supo ponerse a la altura emocional mínima que requiere un derbi, ayer el guión cambió por completo. A Mendizorroza no se le puede fallar cuando alcanza el grado de ebullición de un volcán. Y como si fuera lava ardiente, el cuadro albiazul salió a chamuscar a un rival al que la oleada inicial le pilló aún frío.

Le costó al cuadro donostiarra asentarse, pero contó con la ventaja de que este Alavés es puro fuego solo hasta que se acerca al área. Ahí se congela su fútbol. Todo lo contrario le pasó al cuadro realista, que a través de una enorme cabalgada de Yuri por la izquierda probó los reflejos del hombre de hielo que defiende la portería albiazul.

Ese enorme susto cambió la tendencia del derbi. De color local a visitante. Granero se adueñó del centro del campo y el balón comenzó a circular de manera precisa atacando el desajuste. Los de Eusebio transmitían una sensación de peligro enorme, acrecentada aún más por los problemas alavesistas para dar salida al balón, con fallos graves en el primer pase que a punto estuvieron de pagarse caros.

El juego de los de Pellegrino cayó en la incongruencia. A este equipo le ha funcionado de maravilla el despliegue por las bandas para buscar desde allí los servicios. Ayer se renegó de esa opción y se volcó el juego por el centro, hacia donde se desplazaron Romero e Ibai. Consecuencia, juego ralentizado, atasco en el medio y nula amenaza ofensiva. Las únicas opciones, a través de las recuperaciones en presión adelantada.

desbordante theo Fue Theo, no podía ser de otra manera, el que hizo saltar por los aires ese corsé en el que el Alavés se ahogaba. Justo al borde del descanso, arrancó la moto. Manu García interpretó a la perfección la cabalgada de su compañero y le dio balón. Rienda suelta a la potencia para descoyuntar a la zaga realista, ganar la ventaja y servir preciso el gol en bandeja a Deyverson. Sensacional acción para alcanzar el descanso en situación ventajosa.

Justo a la vuelta de los vestuarios, el cuadro local pudo haber dejado resuelto el encuentro si Rulli no llega a aparecer salvador ante el testarazo de Deyverson. Intensa salida de nuevo, además con remate. La secuencia entre el brasileño y el argentino se repetiría de nuevo minutos después, dejando otra vez en portero una mano maravillosa. El serial tendría aún un cuarto capítulo, de nuevo con Rulli salvador.

No conseguía El Glorioso sentenciar a un rival herido de muerte y que encima incrementaba absurdamente sus propios problemas con una expulsión, la de Granero, de esas que deberían llevar multa del club asociada a su jugador por su extremada torpeza tirándose claramente en el área cuando tenía amarilla.

Pese a ello, la Real llevó el nerviosismo a Mendizorroza. El cuadro de Pellegrino no supo gestionar la situación y, además de regalar el balón, fue cediendo metros y más metros. Pero, empujado por la confianza que dan los buenos resultados, fue capaz de acabar amarrando la victoria a pesar del sufrimiento.

Theo desequilibra. El Alavés estuvo durante la primera parte muy atascado, ya que buscaba siempre los pasillos interiores y apenas explotaba las bandas. Lo resolvió Theo con una cabalgada de medio campo para poner el gol en bandeja a Deyverson.

Sufrimiento enorme. El cuadro albiazul dispuso de sobradas oportunidades en el arranque de la segunda parte para incrementar su ventaja, pero entonces Rulli le ganó la partida a Deyverson. El Alavés gestionó muy mal los últimos minutos a pesar de su superioridad por la expulsión de Granero y sufrió en exceso.

Un Alavés diferente. El técnico argentino apostó en esta ocasión por volcar el juego por los pasillos centrales y en la primera parte el equipo estuvo muy atascado, aunque eso lo resolvió Theo con su cabalgada y asistencia a Deyverson. Tras fallar buenas ocasiones en el arranque del segundo acto, contra diez el Alavés se equivocó, cedió el balón, se echó muy atrás y a punto estuvo de pagarlo.

El brasileño se reencontró con el gol después de casi tres meses en blanco, después tuvo tres buenas ocasiones que no definió bien y, encima, estuvo como siempre colosal en el trabajo.

Estuvo muy bien en la labor de recuperación y por momentos fue el único capaz de desatascar la ofensiva, pero cometió varios errores gravísimos en la salida de balón.

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1-0, minuto 44: Deyverson. Cabalgada de Theo por la izquierda que descoloca a la zaga realista y sirve preciso para que Deyverson marque a portería vacía.

Expulsó por doble amarilla a Granero (minutos 59 y 67). Amonestó a Ely (minuto 40), Deyverson (minuto 56), Juanmi (minuto 70), Vela (minuto 80), Manu García (minuto 81) y Rulli (minuto 93).