Quizá por precaución o quizá por vértigo, el concepto Europa continúa generando recelo entre el Deportivo Alavés, que a pesar de tener a tiro prácticamente la permanencia (le harán falta entre seis y siete puntos más de los 33 que ahora mismo presenta), públicamente continúa abonado al “partido a partido” que instauró el Cholo Simeone como medida preventiva para calibrar las verdaderas posibilidades del equipo, a estas alturas uno de los proyectos más reveladores del campeonato. La mayor licencia que en este escenario se puede permitir el alavesismo procede precisamente de su fervorosa grada y, en consecuencia, de los medios de comunicación que la alimentan, que a estas alturas y quizá contagiados por la mesura que siempre procura Mauricio Pellegrino han comenzado a soñar con la aventura en el Viejo Continente a partir de un eufemismo llamado “mirar hacia arriba”. Y ahí sí. Por más que jugadores y cuerpo técnico traten de evitar la incómoda pregunta, ahí el socorrido “ya miraremos para arriba” va ganando fuerza con la misma cadencia que aumenta la confianza del equipo. En público, como ocurrió ayer sin ir más lejos con Nenad Krsticic -“Cuando lleguemos a los 40 puntos ya empezaremos a mirar hacia arriba”, dijo tras el entrenamiento-, pero también en privado. Porque a estas alturas, con el despliegue y las sensaciones que viene ofreciendo la escuadra alavesa, existen pocas dudas de que el objetivo prioritario para la presente temporada, la permanencia, ha pasado a un segundo plano aún a falta de la materialización definitiva.

necesaria regularidad En este contexto, y con las brasas del triunfo ante el Valencia todavía recientes, el Alavés quiere seguir abonado a la buena ola en los tres próximos partidos de Liga, que condensará en apenas once días. De lo que ocurra en todos ellos dependerá en gran medida las opciones reales de soñar con Europa con todas las de la ley. Porque si en este atracón de partidos se consolida la permanencia y el equipo es capaz de mantener esa ansiada regularidad de la que aún adolece sobre todo en los partidos de casa, se ganará por derecho propio un lugar y un objetivo para seguir soñando. Un escenario impensable para todos en el mes de julio cuando el renovado proyecto albiazul -se incorporaron 18 jugadores nuevos respecto al equipo que unas semanas antes había logrado el ascenso a Primera- arrancó con unas expectativas que en nada se parecen a las que ahora maneja el plantel de Pellegrino. Los tres envites en cuestión que el Alavés deberá lidiar estos días tienen el denominador común que son andaluces aunque con objetivos y urgencias bien distintos. El Granada, el primero, necesita salir de los puestos de descenso antes de que sea demasiado tarde. El Sevilla, por contra, visitará Vitoria el lunes 6 de marzo con la idea de mantenerse fiel a su estilo y potencia de juego, además de para cuestionar la hegemonía en lo alto del Real Madrid y Barcelona, mientras que el Málaga, que ahora mismo transita en esa peligrosa tierra de nadie, deberá apuntalar en La Rosaleda los tres puntos para evitar caer en la zona de peligro, que ahora mismo tiene a nueve puntos.

Vitoria - El problema de Christian Santos es tan antiguo como el propio fútbol: no mete goles. Y como delantero que es, todas y cada una de sus actuaciones se miden y escrutan cada jornada en base a esta simpleza o, en su defecto, en base a esa actitud y esa capacidad de entrega muchas veces mal interpretada por la grada de premiar al que suda la camiseta hasta el último de los minutos aunque no sea capaz de darle a un cesto. En esa tesitura anda metido estos días el punta venezolano, un jugador supuestamente dotado de técnica y pegada que, sin embargo, no levanta cabeza desde que en verano desembarcó en Vitoria con la vitola de figura internacional. Quizá la falta de adaptación a un fútbol distinto o quizá la desmotivación de verse relegado al banquillo desde el comienzo de la temporada en detrimento de ese atleta llamado Deyverson sean las causantes de que en su hoja de servicios hasta la fecha como albiazul apenas figuren unos cuantos goles -dos en Liga (ambos de penalti) y el resto en Copa-, algunos detalles de calidad y, sobre todo, una montaña rusa de sensaciones en cuanto a actitud que el pasado sábado, cuando Mauricio Pellegrino le puso al frente del batallón albiazul, terminó por crespar de manera notable a la grada o, para ser justos, a parte de la misma, que pitó al venezolano cuando fue sustituido en mitad de la segunda parte. Lo curioso de esa reacción -el único precedente similar en lo que va de temporada se produjo en el partido de vuelta en Mendizorroza de Copa ante el Alcorcón- es que otra parte del graderío, más amplia eso sí, despidió a Santos con aplausos, lo cual generó una inusual fricción entre dos formas de entender el alavesismo. El que no perdona la actitud supuestamente pasota del jugador -léase el caso de Santos ante el Valencia, según un sector del público- y el que entiende que al jugador, especialmente si es delantero, hay que animarle y dotarle de la confianza suficiente para revertir una situación que en el caso del venezolano no es fácil.

la sombra de deyverson Porque si bien es cierto que en las contadas ocasiones que Pellegrino está confiando en su juego las cosas no le están saliendo bien, no lo es menos que en su particular forma de entender lo que ocurre en un campo debe pelear cada jornada no ya solo con un estilo de pelea y con las defensas rivales sino con esa enorme sombra alargada que proyectan perfiles como el de Deyverson y Toquero, muy del agrado de la afición por su voluntariosa actitud a pesar de que técnicamente puedan estar un peldaño por debajo del venezolano. Pero nada nuevo bajo el sol. El punta lo sabe y el remedio también. Mientras tanto, Mendizorroza seguirá jugando su particular partido cada vez que El Flaco decida poner en liza al venezolano.