Vitoria - Con el varapalo sufrido ante el Barcelona el pasado sábado, el Deportivo Alavés comenzó su viaje de regreso a la normalidad después de un arranque de año pleno de emociones y esfuerzos. Dicho encuentro supuso el duodécimo de lo que va de 2017 en apenas cuarenta días de competición. Desde que el 3 de febrero volviese a rodar el balón con la visita al Deportivo en los octavos de final coperos hasta que este reciente 11 de febrero se cayese ante los culés en la competición liguera, ha sido poco más de un mes completamente atípico para un Glorioso que ha vivido una de las mejores etapas de su longeva existencia. La clasificación para la final de la Copa del Rey ha supuesto un hito histórico que ha elevado un peldaño más la leyenda de este club que no deja de crecer, pero, por el camino, los resultados en la competición de la regularidad también han sido, por norma general, positivos y el equipo se ha acercado muchísimo al objetivo de la permanencia. Ahora que el torneo del K. O. queda aparcado durante más de tres meses y el ritmo competitivo decrece, el equipo albiazul tiene que olvidar todo lo mucho y bueno que ha dejado atrás para centrarse en cerrar la Liga en la mejor posición que sea posible y llegar a la final copera preparado para competir con el Barcelona.

La necesaria desconexión ha comenzado con un par de jornadas consecutivas de fiesta, las primeras que disfruta la plantilla desde el parón navideño. Dos días de descanso que tienen que servir para digerir todo lo que ha pasado en el último mes y también para cambiar el chip para afrontar lo que todavía queda por delante, que sigue siendo mucho e importante.

Hasta la fecha, y con el único borrón del último partido contra el Barcelona, el Alavés ha demostrado que podía compaginar bien las dos competiciones y esa alternancia le ha permitido a Mauricio Pellegrino tener activa a toda su plantilla. En pleno mes de febrero, el equipo está entero y todos han tenido su cuota de importancia. Ahora que la Copa queda aparcada, la gestión del vestuario vuelve a ser un factor importante, ya que existe el riesgo de perder piezas ante la lógica merma de importancia que algunos futbolistas tendrán a partir de ahora.

El Glorioso regresa ahora a la normalidad de un equipo recién ascendido que solo se tiene que centrar en los partidos de cada fin de semana, aunque quedan en la segunda vuelta tres jornadas fechadas en miércoles. Buena parte del trabajo en la competición de la regularidad está ya realizado y los seis puntos conseguidos en lo que va de año han servido para consolidar esa sensación de que el equipo no debería ni siquiera preocuparse por un posible descenso de categoría.

Eso lo dice la teoría y lo reafirma la trayectoria de toda la temporada, pero para que no se corra ningún riesgo lo que no se puede hacer de ninguna manera es caer en la autocomplacencia. Se ha escrito y hablado mucho y bien, lógicamente, de este Alavés a lo largo de los últimos días, pero los jugadores no pueden caer en la tentación de creerse los mejores del mundo y pensar que todo está ya resuelto. En este sentido, incluso el bofetón propinado por el Barcelona puede venir bastante bien para que el regreso a la normalidad se efectúe con celeridad y no caigan los futbolistas en ínfulas exageradas que les lleven a olvidarse de quiénes son.

doble objetivo El Alavés tiene perfectamente encarrilado en objetivo de la permanencia, pero su meta es asegurar la salvación cuanto antes y buscar la mejor clasificación posible al final del curso. Cada puesto que se avanza en la tabla supone una notable mejora económica en el reparto del dinero televisivo y, por ende, mayores recursos pecuniarios de cara a la siguiente temporada. Concluir entre los diez primeros y seguir ofreciendo esa imagen de equipo siempre competitivo y capaz de plantar cara a cualquiera es el reto para los de Pellegrino.

Para conseguirlo, además de mantener la línea de trabajo de todo el curso, la clave es olvidar que el próximo 27 de mayo el club juega la segunda final de su historia. Es evidente que esa fecha va a estar presente en el día a día de la entidad, pero, dentro de lo posible, hay que intentar que no se convierta en el único tema de conversación dentro del vestuario.

En la competición liguera hay que seguir cumpliendo objetivos cada fin de semana, pero según se vaya acercando el día de la histórica final también tocará comenzar a pensar en la misma. Al Alavés, por si no lo sabía, ya le quedó bien claro que tendrá el peor rival posible enfrente para jugarse un título. Nadie le pedirá ganar ese día, lo que supondría una de las mayores sorpresas que se hayan visto en este deporte, pero sí competir y plantar cara al Barcelona y no repetir una debacle como la sufrida el pasado sábado.

Dicho encuentro supuso un amargo colofón a algo más de un mes glorioso para la entidad del Paseo de Cervantes. Pero ahora toca no despistarse en el regreso a la normalidad de un equipo que tiene muchas metas que alcanzar.