Vitoria - El Deportivo Alavés consiguió salir vivo del partido de ida de semifinales en Balaídos y se jugará la clasificación para la final de la Copa del Rey como local. Una situación que puede tener tintes de idílica por el hecho de esa aparente ventaja que supone jugar como local un encuentro a vida a muerto, pero que esconde unas vicisitudes que no se pueden ocultar. La primera y fundamental, la obligación para El Glorioso de ganar para clasificarse, ya que tanto la derrota como cualquier empate con goles -unas tablas a cero llevarían el partido a la prórroga y a los penaltis- es favorable a un Celta que sabe que marcar un gol en Mendizorroza le serviría para dar un paso de gigante hacia la final.

El Alavés tendrá la ventaja de actuar como local, pero se trata de un arma de doble filo. Al mencionado valor añadido de un gol a domicilio puede añadirse la presión especial de tratar de no defraudar a la parroquia propia. Todos los tropiezos son dolorosos, pero caer en Mendizorroza a las puertas de una gran final sería un varapalo durísimo. Por ello, manejar el factor emocional será un apartado clave.

Pero no solo es una cuestión mental la que habrá que solucionar. Las dudas añadidas vienen por el rendimiento ofrecido por el equipo de Mauricio Pellegrino como local a lo largo de todo el curso. Trece compromisos ha disputado en Mendizorroza y solo en tres de ellos ha conseguido esa victoria que, de repetirse el miércoles, le llevaría a la final copera. En otras cuatro ocasiones acabó sus encuentros con ese empate a cero que, tras 120 minutos, conduciría la semifinal a una resolución por penaltis. Los otros seis partidos arrojan un resultado que acabaría con el sueño del alavesismo.

Para conseguir el triunfo que se necesita, el gol es la vía ineludible. Y ahí radica el principal problema de este Alavés al que cada diana le cuesta un esfuerzo enorme. El conjunto vitoriano es uno de los peores equipos de Primera División de cara a la portería rival en números globales (17) y también como local. Mendizorroza solo ha festejado nueve tantos de su equipo en la competición liguera, a los que se añaden otros cuatro en Copa, aunque tres de ellos llegasen ante un equipo de Segunda como el Nàstic. Hasta en cinco ocasiones en trece partidos se ha quedado el conjunto vitoriano sin marcar en su propio feudo, una situación que no se puede repetir.

En el otro lado de la balanza cabe situar la solvencia defensiva de un Glorioso que es uno de los equipos menos goleados de Primera y que solo ha recibido once goles -diez en Liga y uno en Copa- en toda la temporada en su campo. Que Fernando Pacheco consiga mantener la portería a cero es un factor fundamental de cara al duelo del miércoles, ya que esa situación al menos aseguraría un desenlace en los siempre inciertos penaltis en los que el guardameta extremeño ya ha exhibido en alguna ocasión sus virtudes.

Mantener los puntos fuertes y mejorar en los débiles serán las claves para que el próximo miércoles Mendizorroza sea una fiesta.