Vitoria - “¡Así, así, así gana el Madrid!”. Hacía mucho que no se escuchaba en Mendizorroza ese cántico al que los rivales de los blancos recurren siempre que dicho equipo se ve beneficiado por los arbitrajes. El soniquete atronó ayer en el estadio del Paseo de Cervantes con la actuación de José María Sánchez Martínez. Dos penaltis, el primero de hilar demasiado fino y el segundo inexistente; las expulsiones de Mauricio Pellegrino y su ayudante, Carlos Compagnucci; y un reparto de amonestaciones en el que existió de todo menos un mínimo de criterio equitativo -cinco amarillas locales por una sola visitante- incendiaron una grada ya de por sí bastante caliente por el rival que pisaba el césped. De nuevo, esa sensación de que hay que remar contra demasiados elementos cuando ciertos equipos, precisamente los que siempre más se quejan pese a ser los menos perjudicados, se encuentran enfrente.
El colegiado murciano ya había protagonizado alguna acción de las que dejan claro que en Primera División hay diferentes criterios dependiendo de quién cometa la infracción, pero su concierto de silbato comenzó con el 1-0 en el marcador. Una falta en la frontal de Bale, un brazo excesivamente abierto de Deyverson y un balón que no se aprecia ni en mil repeticiones si le da en el codo o en la cabeza y el árbitro que se va directamente al punto de penalti cuando los jugadores madridistas se disponían a sacar de esquina. Una vista muy fina para apreciar dónde golpeó exactamente el balón, ya que ni siquiera dudó para decretar la pena máxima.
Sánchez Martínez encrespaba los ánimos de equipo y grada con su dispar criterio. Las tarjetas, solo para un lado. Y por si no tuviera suficiente con lo suyo, el cuarto árbitro le daba más trabajo. Impresionante el partido de Álvaro López Parra, todo el tiempo pegado al trasero de Pellegrino. Eso sí, antes de la expulsión del primer técnico, el asistente ya se había llevado por delante a Carlos Compagnucci, el segundo del preparador alavesista.
La expulsión de Pellegrino fue consecuencia del segundo penalti señalado por Sánchez Martínez. Si en el primero tuvo la vista muy fina, en el segundo directamente vio lo que quiso ver. Castigó un agarrón de Torres a Ronaldo en un saque de esquina, pero obvió que el colombiano había sufrido el empujón de Morata, que fue lo que propició después su infracción sobre el portugués. Una falta en ataque clara que despreció para señalar una nueva pena máxima. Actuación desquiciante la de Sánchez Martínez, de las que obligan a respirar hondo y no darle muchas vueltas a la cabeza para no pensar mal.