Vitoria - Más que por el qué, por el cómo. Que el Deportivo Alavés encadene tres jornadas consecutivas sin ganar en su regreso a Primera División puede tomarse como una circunstancia totalmente normal al tratarse de un equipo recién ascendido que pelea por la permanencia y que, previsiblemente, va a manejar una cifra de victorias bajas en el presente curso. Las primeras dudas de la campaña no vienen por ese punto de nueve posibles en los tres último encuentros, sino por la sensación que ha transmitido El Glorioso de estar durante mucha parte de esos tres compromisos a verlas venir y sin una idea clara de lo que tenía que hacer para tratar de llevarse los tres puntos. Más que los malos resultados, son las formas las que resultan preocupantes. Una sensación de no saber qué hacer que se vivió en las segundas partes tanto ante el Sevilla como frente al Málaga, pero que fue una constante de principio a fin ante una Real Sociedad que campó a sus anchas ante un Alavés completamente perdido sobre el césped de Anoeta y que en ningún momento transmitió la sensación de tener las ideas meridianamente claras.
Los últimos partidos han echado por tierra la sensación que transmitía el conjunto albiazul de ser un equipo con las ideas claras y que sabía en todo momento cómo tenía que interpretar cada partido. En Sevilla, tras una primera media hora brillante, todo el planteamiento de Pellegrino se desmoronó con las lesiones de Femenía y Torres. A partir de ahí, y sobre todo en la segunda parte, aquello se convirtió en un sálvese quien pueda y solo las siempre salvadoras manos de Pacheco alargaron la incertidumbre. Ante el Málaga, después de un notable primer acto en el que se debería haber sentenciado el partido, en la reanudación se naufragó hasta ceder dos nuevos puntos. Frente a la Real Sociedad, el cuadro vitoriano exhibió una fragilidad muy preocupante, incapaz de defenderse con orden y de sacar el balón con cierto criterio. Un mal que se repite ya con demasiada asiduidad -en Valencia ya fue clamoroso y costó puntos- y que se tiene que subsanar para no pasar tanto tiempo en torno al área propia intentando achicar el peligro.
Pellegrino había asentado, con acierto, su proyecto en unos sólidos cimientos defensivos en los que primaban el orden y las ayudas. Era un objetivo muy difícil de conseguir con el poco tiempo de trabajo del que dispuso el argentino en la pretemporada, pero en los primeros partidos su Alavés que defendía muy bien y que no se dedicaba exclusivamente a acumular jugadores por delante de su portería para tratar de convertirse en un frontón.
Por momentos se vio obligado a ello en los desplazamientos al Vicente Calderón y el Camp Nou, pero eran circunstancias que atendían a la lógica. Esa sensación del sálvase quien pueda se repitió de nuevo ante el Sevilla, lo que también puede ser normal. Eso sí, ante el Málaga y en Mendizorroza ya fue una imagen muy alarmante. Y todavía más lo fue en Anoeta, donde el equipo se echó atrás desde el primer minuto y apenas fue capaz de salir de ahí durante todo el partido.
Una defensa por acumulación de efectivos completamente desordenada donde se echaron de menos el trabajo gremial y las ayudas al compañero en apuros. Especialmente sangrante es la autovía que han encontrado los rivales últimamente en el carril izquierdo, donde tanto Theo como Raúl García apenas han contado con ayudas. Y no siempre pueden aparecer los Laguardia o Pacheco para salvar los muebles. Así, en los últimos tres partidos se han encajado seis dianas después cuando en las seis primeras jornadas solo se habían recibido cinco.
una versión deslavazada Resulta sorprendente este paso de Alavés sólido a deslavazado cuando lo que se podía esperar era un arranque de curso precisamente a la inversa. Que El Glorioso hubiese mostrado en sus primeros partidos desajustes importantes a nadie habría extrañado. Que lo haga transcurridos ya más de dos meses de competición cuando anteriormente había destacado por tener las ideas muy claras resulta bastante más extraño.
Con el hundimiento de la solidez defensiva, el ataque albiazul también se ha resentido. Más que nada por esa incapacidad para sacar el balón con claridad por la enorme cantidad de pérdidas que se está teniendo en el primer pase. No hay fluidez en esa salida, por lo que a la recuperación le sigue de manera inmediata la pérdida y el equipo no es capaz de estirarse como antes.
Por si fuera poco, se están empezando a desperdiciar muchas ocasiones clamorosas que no se pueden echar por tierra de ninguna de las maneras. El protagonista destacado, para mal, en este sentido está siendo un Edgar que lleva tres partidos consecutivos disfrutando de sendos mano a mano con los guardametas rivales en los que no ha definido correctamente. Fallar es normal; tanto, no. Goles que parecían cantados se han quedado en ocasiones desaprovechadas y esos errores se han acabado pagando. Ya de por sí este equipo no brilla en ataque, pero las dos dianas en tres encuentros empeoran los registros anteriores de siete tantos en seis compromisos.
De momento, la cosecha de los primeros partidos, sobre todo esos inesperados puntos cosechados ante Atlético y Barcelona, permiten permanecer en la zona media-baja. Pero el descenso se sitúa ya a solo dos puntos de distancia cuando el sábado que viene el Real Madrid tiene que visitar Mendizorroza. El rival menos indicado para buscar una resurrección, pero este Glorioso ha sorprendido por ser capaz de sacarse de la chistera sus mejores actuaciones contra los rivales más complicados a los que se ha enfrentado.