Vitoria - El Deportivo Alavés sufrió ayer un nuevo capítulo del aprendizaje que está padeciendo en su regreso a Primera División. El Málaga vino a unirse a Valencia y Sevilla como equipos que han robado a los alavesistas puntos que parecían ya amarrados en los minutos finales. Aunque, más allá de esa máxima de que hasta el rabo todo es toro, la vertiente que tiene que analizar el cuadro albiazul es la referida a la complicación que existe en la máxima categoría para dejar habitualmente la portería propia a cero. Es tanta la calidad que acumulan los equipos, que poner todos los huevos en el cesto de pertrecharse en torno al área propia supone un riesgo enorme. En cualquier acción puede llegar el gol porque el talento individual que existe es ingente y la genialidad puede aparecer por cualquier parte. Bien que lo sabe este Glorioso, que ya con anterioridad se había visto perjudicado por acciones individuales determinantes. Reciente en la memoria está el sensaciones taconazo de Ganso en el Sánchez Pizjuán para que marcase Ben Yedder. Ayer fue Roberto Rosales el ejecutor. El lateral derecho venezolano, amo y señor de la banda derecha durante todo el segundo acto, se sacó de la chistera un zambombazo lejanísimo, golpeado con el exterior de tal manera que el balón dibujó una parábola que lo alejó del rango de influencia de Fernando Pacheco hasta alojarse en la escuadra.
Semejante golazo le dio el empate el Málaga, pero lo que fue un acierto aislado propio de la clase de un futbolista vino enmarcado en una segunda parte en la que todo fue sufrimiento para los vitorianos. Si en el primer acto se pudieron sacar contragolpes muy peligrosos en los que se falló en la definición, en el segundo el equipo apenas sobrepasó el centro del campo y se echó demasiado atrás. De nuevo, se repitió esa defensa de concentración que por momentos se asemejó de nuevo a un muro.
Muchos jugadores justo sobre la línea del área que entorpecen las opciones de los rivales, pero también demasiado desorden al no existir opciones de alejar el esférico de esa zona de compromiso. El desperdició sus opciones de sentenciar -en esto hay que mejorar, irremediablemente- y lo fió todo de nuevo a su resistencia. Y, justo cuando parecía que iba a tener premio tras haber pasado la peor fase de agobio, se vio golpeado con un golazo que evidencia la dificultad de mantener siempre la portería a cero.