Vitoria - El camino que conduce a la permanencia es una larga senda que hay que ir recorriendo sin prisa pero sin pausa. Unas veces con las largas zancadas impulsadas por los tres puntos de las victorias. Cuando no se pueda, con los pequeños pasos que suponen los empates. Al Deportivo Alavés le falta engrasar su maquinaria ofensiva, todavía muy deslavazada, pero al menos es capaz de asentarse en su poso y seguridad defensiva. Fue el sensacional trabajo de la zaga el que ayer le permitió sumar un nuevo punto ante un Sporting muy bien plantado sobre el césped y con las ideas claras. El Glorioso llevó el peso, mostró durante muchos minutos su idea de juego de sacar el balón desde atrás y dar protagonismo a sus bandas, pero le faltó acierto en sus remates en ocasiones y, en otras, una mayor presencia de efectivos en el área para buscar los centros desde los costados. Los planes de Mauricio Pellegrino requieren de tiempo para ir mecanizando los sistemas y el cuadro albiazul evidenció, como durante toda la pretemporada, que su ataque está todavía por cuajar pero que cuenta con una salvaguarda defensiva que le permite ser competitivo.

Como había anunciado, removió el argentino su once, aunque sin llegar a alcanzar el nivel de revolución. Cuatro novedades con respecto a la alineación titular en el Calderón (Laguardia, Theo, Llorente y Deyverson), que se pueden considerar solo tres si se tiene en cuenta que el central maño ingresó en el campo a los 12 minutos por la lesión de Feddal. Lo que fue completamente fue la puesta en escena, ya que el Alavés salió a arrollar al Sporting con una mezcla de deseo y fútbol que hizo que Mendizorroza alcanzase su punto de ebullición.

Llorente, solitario en el mediocentro e incrustado entre los centrales para dar inicio al juego, se convirtió en el arquitecto que delineó, alternándolos, los pases a las bandas buscando a laterales y extremos o los desplazamientos en largo para la pelea de Deyverson.

Avisó Ibai Gómez en la primera jugada del partido con un disparo desde fuera del área que se le fue desviado, suerte que repetiría poco después Theo con la misma fortuna, pero evidenciando que es lateral de larguísimo recorrido. Tras el furibundo arranque, los albiazules se calmaron, mientras que el Sporting desveló que su amenaza iba a llegar a través de los fallos en la salida de balón de una zaga vitoriana muy desprotegida -solo quedaban atrás los dos centrales y Llorente- ante cualquier pérdida en esa primera línea de elaboración. En cada recuperación, metían los de Abelardo el miedo en el cuerpo del alavesismo.

Cuando el cuadro gijonés había conseguido imponerse, un saque de banda rápido de Deyverson unido a un resbalón de Isma López dejó solo a Ibai Gómez con todo el campo por delante hasta la portería. En su carrera, Lillo acabó ganando la partida ya en el área y en la vuelta fue el propio lateral derecho quien probó los excelsos reflejos de Pacheco. Instantes después, Cuéllar salvaba un cabezazo de Deyverson. Todo un carrusel de oportunidades en un duelo convertido en montaña rusa de emociones.

Por si le faltaba electricidad al duelo, el inefable Munuera Montero -sí, el que perpetró el esperpento de Barakaldo- no quiso pasar desapercibido y con sus decisiones -casi siempre contrarias a los intereses locales- se echó encima a toda una grada que no olvida que el supuesto mejor árbitro de la Liga Adelante casi se carga el solito el ascenso. Con una pitada monumental se alcanzó el descanso.

Dejó Pellegrino en el vestuario a un Deyverson con una amarilla y que corrió serio riesgo de ver la segunda y entró en su relevo Santos. Se calmó el choque, con dos contendientes que empezaron a pensar en cometer el mínimo de errores posible. Llegaba más el Alavés, sobre todo con Edgar convertido en cuchillo por la derecha, pero cada aproximación del Sporting destilaba una gran sensación de peligro, sobre todo por su capacidad de acumular muchos jugadores en el área. Todo lo contrario que los albiazules, mucho más deslavazados e inconexos en sus aproximaciones.

El correr del reloj evidenció el agotamiento de las fuerzas de unos alavesistas que ya no daban más de sí físicamente y que eran ya incapaces de llegar arriba con efectivos o peligro. Con los de Abelardo perfectamente asentados, llegaba ya el momento de no echar a perder el punto, aunque de no haber mediado el banderín del asistente señalando un fuera de juego de Toquero inexistente, incluso el premio podía haber sido gordo. Se quedó en un nuevo empate, otro pequeño pasito en el camino a la permanencia.

Necesita tiempo. El Alavés mostró la que es la idea de juego de su entrenador, sacando el balón jugado desde atrás y buscando las llegadas por las bandas, pero el engranaje ofensivo precisa aún de mejoras para que resulte efectivo. Por ejemplo, en demasiadas ocasiones la presencia en el área fue escasa. Lo más positivo, de nuevo, fue el sensacional trabajo defensivo de todo el colectivo.

Una actuación sobresaliente del central maño en todos los aspectos concenientes a la faceta defensiva, donde no dejó pasar al rival y estuvo contundente. Más problemas con el balón.

Tuvo un par de disparos lejanos que se le fueron desviados y se echó de menos que intentase buscar más sus propias ocasiones. Lo peor, una cabalgada solo que se quedó en nada.

Amonestó a Deyverson (minuto 27) y Moi Gómez (minuto 66).