Vitoria - Manu García se ha ganado por méritos propios apropiarse cual divisa de la mítica sentencia que Dusko Ivanovic regaló al mundo cuando el Baskonia conquistó su última Liga ACB con la canasta imposible de Fernando San Emeterio. “A veces la realidad es mucho más bonita que los sueños”, dijo entonces, emocionado como nunca, el técnico montenegrino. El capitán del Deportivo Alavés podría utilizar dicha frase como cabecera de presentación. No en vano toda la película que el vitoriano está protagonizando desde que desembarcase en el club de su vida ni siquiera se la podía haber llegado a imaginar en la mejor de sus ensoñaciones. Él ha sido personaje principal en el trayecto que ha llevado al Glorioso desde Segunda División B hasta Primera, donde se ha empeñado a no salirse de los focos. Su sensacional gol en el Vicente Calderón para rescatar un punto en el último minuto no hace más que agrandar la leyenda del indomable Manu García, un hombre que dejó hace mucho tiempo de soñar para disfrutar de una insuperable realidad que le ha convertido ya en una de las referencias históricas del alavesismo.
La del vitoriano es la historia de quien trabaja por ir superando obstáculos cada día. Cual Sergei Bubka en sus buenos tiempos, elevando el listón del éxito cada jornada de trabajo. Poco a poco. Paso a paso. Cada vez más alto. Cada vez mejor. De Segunda B a Segunda. De Segunda a Primera. Una escalera siempre en sentido ascendente. Imparable hacia arriba. Crecer, crecer y crecer. Un centímetro más cada día. No han sido pocas las ocasiones en las que se le ha dado ya por amortizado, dando por seguro que le iba a ser imposible conservar el puesto. Y es ahí donde siempre ha sacado a relucir su carácter indomable. Pocos jugadores hay tan competitivos. Garra, pelea y lucha. El corazón del alavesismo. Pero también una mejoría técnica constante que le ha llevado a mejorar notablemente sus registros con el balón para adaptarse a cada nueva categoría y convertirse un año tras otro en pieza fundamental para cada entrenador.
héroe del ascenso Manu García se había convertido en el prototipo de jugador de Segunda B formado en una cantera importante -en su caso, la de la Real Sociedad- que se ganaba la vida encadenando diferentes equipos. Hasta que le llegó la llamada que esperaba desde que empezó a darle patadas a un balón en el patio de San Viator. Su Alavés le reclamaba y no tuvo ni que pensárselo. Entonces ni se lo podía imaginar, pero en el verano de 2012 le cambió la vida. Ni el mejor de sus sueños tenía el desenlace que le ha acabado deparando la realidad.
Acostumbrado a actuar en posiciones de ataque -en el filial de la Real llegó a meter más goles de Viguera y Agirretxe-, Natxo González lo reconvirtió en lateral izquierdo en la histórica campaña del ascenso a Segunda. Muchas fueron las voces que señalaron que Manu no iba a poder adaptarse al cambio de categoría, pero vaya si lo hizo. Y con readaptación incluida, ya que el técnico vitoriano le hizo jugar entonces como mediocentro. Y ahí sigue, inamovible en el pivote.
En sus dos primeras campañas con la camiseta albiazul fue de los futbolistas más utilizados y marcó tres goles en cada una de ellas. Pero tan importante como su presencia sobre el césped -capitán de los de verdad, defendiendo siempre los intereses de su equipo y sin miedo a la hora de plantar cara a nadie- fue su labor en el vestuario en días de enorme sufrimiento. “Estamos preparados para salvarnos en el último minuto del último partido”, se cansó de repetir durante semanas antes de que se consumase el milagro de Jaén. Su ascendencia dentro del vestuario fue entonces fundamental.
Su tercera campaña en el club fue la más gris individualmente, pero dio paso a la mejor de todas. Cuando ya parecía claro que iba a perder definitivamente su relevancia dentro del equipo, resurgió aún con más fuerza. José Bordalás encontró en el vitoriano uno de esos jugadores a los que se llevaría a cualquier parte por su capacidad para no dejar nunca de creer. Para el alicantino se convirtió en indiscutible en el centro del campo y le concedió la confianza para ser el ejecutor de los penaltis. Tres de tres en el curso, aunque lo que quedará siempre para el recuerdo será su gol para el 2-3 en Barakaldo y el 1-0 ante el Numancia -cinco dianas en total en el curso- que sentenciaba el ascenso.
estreno a lo grande A los 30 años, el domingo le llegó la oportunidad de debutar en Primera con el equipo de su vida. De nuevo, todo hace indicar que la competencia que tiene le llevará a perder relevancia en las alineaciones. Pero la historia es tozuda y el indomable capitán ya se encargó de demostrar sobre el césped del Vicente Calderón que quien quiera quitarle el puesto va a tener que esforzarse al máximo en los entrenamientos.
Como todos los niños, Manu había soñado con llegar a la máxima categoría. La realidad fue incluso superior a esas ilusiones compartidas con la almohada. Cuando la derrota parecía ya un hecho, controló el balón, lo orientó, hizo un primer amago y a la segunda sacó un derechazo -y eso a pesar de ser zurdo- al palo de un Oblak que nada pudo hacer para que el indomable no escribiese un nuevo capítulo de su particular leyenda.