En la época del enésimo renacer del Deportivo Alavés, un rostro se ha convertido en la imagen inamovible de un equipo que salió de las catacumbas de la Segunda División B para situarse ahora a las puertas de Primera División. Manu García es la imagen de cabecera del alavesismo durante los últimos cuatro años, los que en breve pueden marcar el final de su etapa más negra y le pueden conducir de regreso a una máxima categoría que pretende convertir de nuevo en su hábitat natural como hizo durante el cambio de milenio en los años más dorados de su historia. El vitoriano apenas tenía doce años cuando se produjo el histórico ascenso de 1998. Entonces, de la mano de su padre Alejandro, ya era un fijo en Mendizorroza. Con 19, enrolado ya entonces en la cantera de la Real Sociedad, también vivió ese ascenso con Piterman a la cabeza del que hoy nadie quiere acordarse. Ahora, con la treintena recién cumplida, aspira a ser recordado dentro de un tiempo como uno de los históricos de este Glorioso con cuya camiseta cumplirá 150 partidos si juega algún minutos en la visita del próximo domingo a Alcorcón.

Corría el mes de julio de 2012 cuando Manu García cumplía el sueño de todo niño vitoriano que empieza a darle patadas a un balón. Esa ilusión con la que se iba a la cama todas las noches ha quedado ampliamente rebasada. En ocasiones, la realidad es más bonita que la ficción. Ni él mismo podía esperar convertirse en el protagonista permanente de una de las pocas etapas de alegrías en la entidad. Cuatro temporadas en las que han pasado otros tantos técnicos por el banquillo de Mendizorroza y en las que todos ellos, de Natxo González a José Bordalás pasando por Juan Carlos Mandiá y Alberto, han mantenido prácticamente inamovible su confianza en un futbolista que ha ido creciendo y mejorando en su juego con el transcurrir del tiempo.

Cuando desembarcó en la entidad del Paseo de Cervantes, en la campaña 2012-13, el vitoriano venía con la vitola de jugador solvente en la categoría de bronce, con buena capacidad ofensiva y efectividad de cara a la portería rival. Tras formarse en Zubieta, comenzaba a tener, a sus 26 años, una sólida trayectoria en Segunda B con sus pasos por Real Unión, Eibar y Unión Deportiva Logroñés. Con los irundarras había conseguido un ascenso, pero nada comparable a lo que lograría en esa primera campaña en el club de toda su vida.

casi siempre en el césped Tras haberse especializado como extremo izquierdo, Natxo González lo reconvirtió en lateral zurdo. Y ahí se pasó de manera prácticamente inamovible toda la temporada del regreso a Segunda, en la que acumuló entre Liga, Copa y fase de ascenso 42 partidos, siendo el tercer futbolista más utilizado de la plantilla solo por detrás de Óscar Rubio y Jaume Delgado. En 3.607 minutos consiguió tres goles y todavía en el recuerdo están sus imágenes celebrando el ascenso completamente bañado en vino.

Renovado automáticamente para seguir en la categoría de plata, nadie podía esperar que Manu García volviese a tener tanta importancia en el equipo. Pero la tuvo. De nuevo cambiando de demarcación de la mano de Natxo González, quien quiso aprovechar su fortaleza física en el centro del campo, donde conformó con Jagoba Beobide un doble pivote inolvidable por su capacidad de sacrificio. La marcha del técnico de Ariznabarra no le pasó factura al ahora mediocentro, ya que con Mandiá y Alberto siguió siendo pieza indispensable. Tanto, que en la temporada de su estreno en el fútbol profesional fue el segundo alavesista más utilizado, solo superado por Borja Viguera. En 39 partidos, 3.098 minutos y tres goles en la recordada campaña de la permanencia en Jaén, cuando se cumplió su propia profecía en la que auguró que El Glorioso se salvaría en el último minuto del último partido.

Ese verano firmó la renovación por dos años más y llegaría entonces la que ha sido su campaña más irregular de las cuatro que ha vestido la camiseta albiazul. Alguna lesión y los movimientos que realizó Alberto en sus alineaciones en busca de creatividad en el centro del campo propiciaron que su cuota de participación mermase. Eso sí, al final del curso volvió a ser uno de los jugadores más utilizados por el técnico irundarra. Ya asentado como mediocentro, fue el séptimo futbolista con más presencia de la plantilla al acumular 2.455 minutos en 33 partidos. Como nota curiosa, fue la primera temporada que se quedó sin marcar en su vida.

Tras esa rebaja en su participación el pasado curso, parecía que en el presente se iba a convertir definitivamente en pieza de la segunda unidad. Nada más lejos de la realidad, que en este caso es tan tozuda como perseverante el propio Manu. La frustrada incorporación de Lolo Reyes en verano le dejó solo con Sergio Mora como mediocentros. Bordalás le ha dado toda su confianza, solo se ha perdido cuatro partidos en todo el curso por sanción y ha sido titular siempre que ha estado disponible. En estos momentos, es el quinto más utilizado por el preparador alicantino, con 3.016 minutos en 35 partidos. Y, además, ha vuelto a mojar. Bordalás lo eligió en su momento como lanzador de penaltis y ya ha sumado dos dianas en esta especialidad.

Si nada raro ocurre, Manu García alcanzará el domingo los 150 partidos con su equipo. Un día especial, sin duda. Pero no tanto como ese ascenso a Primera que el alavesismo perfila en su horizonte. Cuando era un crío lo disfrutó en la histórica General. Ahora quiere sacar de nuevo a pasear su bota de vino para regar el regreso del club de su vida a la máxima categoría.