Vitoria - El Deportivo Alavés recuperó ayer las señas de identidad que le condujeron a ser una de las referencias dentro de la Liga Adelante, pero esa evidente mejoría en el juego se topó, una semana más, con los graves problemas ofensivos que viene arrastrando el equipo en sus últimas comparecencias. Tras un arranque titánico en el que atropelló con su presión al Zaragoza, los mejores minutos del equipo visitante precedieron a una expulsión de Culio que no le acabó sentando nada bien a los albiazules. Y es que ante un oponente centrado casi exclusivamente en tapar los huecos y defender en la segunda parte, El Glorioso volvió a evidenciar que sus recursos en cuanto a calidad son muy limitados. Chispazos que no dieron para prender el fuego. Y sin goles, por mucho que mejorase el equipo, no hay paraíso.
La idea de inicio de José Bordalás fue perfectamente reconocible para todo el que haya seguido los partidos de este equipo a lo largo del presente curso. Presión muy adelantada para atosigar la salida de balón del rival y, aprovechando que el terreno de juego no estaba para florituras, ahogar a un Zaragoza que cometió muchos errores que propiciaron rápidas salidas a la contra.
El problema ya en la primera parte vino por la incapacidad de sacar rédito a esas ventajas que se generaban tras la recuperación. Tampoco en las internadas por las bandas, sobre todo por una izquierda donde Dani Pacheco estuvo muy activo, se acabó encontrando remate bueno alguno, aunque al menos se generaron ocasiones.
La expulsión de Culio marcó la segunda parte. Y ahí salieron a relucir las grandes carencias ofensivas de un equipo que en cuanto a talento no anda sobrado. Primero llegó la insistencia en el sinsentido de fiarlo todo a los centros desde las bandas, desde donde apenas se generaron ventajas. Mucho mejor fue la cosa cuando Dani Pacheco asumió definitivamente los mandos del ataque, pero sus acciones no tuvieron buenas culminaciones. La mejor, en todo caso, llegó en un contragolpe ante un rival que jugaba con diez. Y es que en el juego estático, por mucho que Llamas y las llegadas de Raúl García aportasen oxígeno, este Alavés está negado.