Vitoria - José Bordalás ha demostrado que es un maestro en el difícil arte de no dar puntada sin hilo. O en el de convertirse en escudo del Deportivo Alavés para que las más furibundas críticas se dirijan contra su persona. En la rueda de prensa en Anduva se vivió un nuevo capítulo de la habilidad del técnico para situarse, por propio deseo, en el centro de la diana. “No admito ni una sola crítica al equipo”. Una advertencia que recoge mucha intrahistoria y que, además, quedó eclipsada por todo el teatrillo de insultos, presiones y conspiraciones que dibujó a continuación y que no dejan de ser cortinas de humo y salidas de tono del todo innecesarias. Esto último cabría englobarlo en lo que, en su día, Javier Zubillaga catalogó como “las cosas de Pepe”. Aquello de asegurar que su plantilla era de “dieciocho más dos” haciendo referencia a la escasez de piezas y la presencia de Einar y Llamas a los que catalogó como jugadores del filial. O, llevado al extremo, el puñetazo en la puerta de la sala de prensa del Zaragoza. Un carácter de sobra conocido por el club, muy criticado en el entorno mediático pero que también le ha valido al técnico ganarse el cariño de una parte de la afición que ya le ha demostrado su adoración.
El temor en estos momentos del técnico es que la realidad supere a las expectativas, una situación que se está viviendo actualmente, y eso redunde en contra de su equipo. A Bordalás le encargaron en verano dar un paso más en el crecimiento del Alavés, lo que suponía pelear por meterse entre los seis primeros al final del curso y disputar el play off. Cumplir con dicho objetivo, lo que le aseguraría la continuidad en el banquillo, marcha por buen camino. El problema es que la realidad ha situado el listón de la exigencia mucho más alto de lo que estaba al principio del curso y lidiar con ello no resulta sencillo. Ya dijo Zubillaga en una de sus últimas comparecencias que convivir con la presión del liderato no es nada sencillo y los hechos lo están demostrando.
Si a muchos alavesistas les hubiesen dicho al inicio de la temporada que este equipo iba a disputar el play off como tercero, cuarto, quinto o sexto, habrían firmado de manera inmediata ante notario esa posibilidad. Ahora, tras ocho jornadas consecutivas en el liderato -que serán, como mínimo, una más- y once en todo el curso en ascenso directo, esa misma proposición de partida sería tomada por muchos en el entorno como un fracaso mayúsculo. Un cambio de perspectiva marcado por la realidad, pero que en nada se correspondería con unas expectativas que, ni de lejos, situaban al Glorioso como uno de los principales aspirantes al ascenso directo.
más, más y más La insaciabilidad del ser humano. El siempre querer más. Y más y más y más. Ascender, jugar bien, barrer a todos los rivales, meter una diferencia sideral, batir el récord de puntos de la categoría... Para algunos, siempre se puede pedir algo más. En esa batalla lleva tiempo metido el preparador alavesista y de ahí el “no quiero ninguna crítica al equipo” del pasado sábado. El técnico alicantino es el primero que sabe que no se atraviesa por el mejor momento del año, pero quiere que el Alavés en toda su expresión -y ahí entra en entorno del club- sea una piña porque sabe que la simbiosis entre jugadores y afición es fundamental para seguir optando a mantener la actual situación de privilegio.
Que el Alavés no está en su mejor momento de juego es algo que no se le puede escapar a nadie. Y la lectura que puede hacerse es doble. La positiva, que aún habiendo bajado el nivel su ritmo puntuador sigue siendo muy bueno. La negativa, que llegará un momento en el que el equipo se caerá. Mientras que se recupera la frescura, sobre todo ofensiva, Bordalás aspira a que no se cumpla la perspectiva pesimista y por eso se agarra a los resultados por encima del fútbol. Al final, lo que verdaderamente cuenta.
“No somos el Barcelona de Segunda”, espetó el entrenador el pasado sábado. La afirmación no esconde nada que no se quiera ver. Nadie en su sano juicio diría que en Vitoria está la mejor plantilla de la categoría, ni que abundan los jugadores de calidad, ni que hay un goleador de los que rompen el molde. Eso sí, en cuanto a esfuerzo, sacrificio, sudor y compromiso, este equipo es el primero. Y del proceso de exprimido de todas las virtudes sale el liderato. El problema es que en algún momento se puede alcanzar la cáscara y el zumo deja de manar. El peligro, vistos los episodios recientes, está ahí y se quiere evitar a toda costa.
Tiene por delante El Glorioso unas jornadas en las que se juega mucho ante rivales directos. El periplo de cuaresma que conduce al Domingo de Resurrección en Córdoba es tremendamente exigente con los duelos ante Almería, Leganés, Zaragoza, Osasuna, Lugo y el propio conjunto andaluz. Desinflarse ahora y caer del ascenso directo sería mortal y provocaría unas dudas tremendamente dañinas. Resistir supondría dar un paso decisivo hacia Primera. Y, de paso, mantener la realidad por encima de las expectativas. Igual que ahora.