vitoria - El próximo sábado, Mikel Vesga estrenará 2016 cumpliendo lo que, con toda seguridad, ha sido uno de sus grandes sueños a lo largo de su todavía corta vida. Salvo imprevisto de última hora, el vitoriano pisará el césped de Mendizorroza a partir de las seis de la tarde como futbolista profesional. Ahora bien, el escenario presentará una importante variación respecto a la imagen que podía anidar en su cabeza. Porque, cuando arranque la contienda, portará una camiseta con los colores rojo y blanco y comparecerá como rival del Deportivo Alavés.
Paradojas de la vida que acostumbran a alcanzar una dimensión todavía mayor en el mundo del fútbol. En cualquier caso, la realidad es que el jugador vitoriano regresa a casa pero lo hace en calidad de adversario. Y no uno cualquiera. En apenas dos temporadas bajo la disciplina del Athletic, se ha convertido en una pieza fundamental para el filial rojiblanco y mantiene su constante progresión en busca de objetivos aún mayores.
Una situación con la que más de uno soñaba -aunque quizás sería más apropiado decir que tenía pesadillas- cuando se desató la tormenta que culminó con su abrupta salida del Deportivo Alavés. Tras recorrer todas las categorías inferiores y convertirse en una de las perlas del segundo equipo albiazul que por entonces adiestraba José Manuel Mateo, su nombre saltó inesperadamente a la palestra en febrero de 2014. El club del Paseo de Cervantes consideró que el futbolista había decidido marcharse a otro equipo al no aceptar la primera propuesta de renovación y dio la orden de que no volviera a jugar en lo que restaba de curso -lo mismo que su entonces compañero Alday-. Ante la desobediencia de Mateo, que siguió contando con ellos en el siguiente compromiso, la directiva se mantuvo firme destituyendo al técnico navarro y denunciando lo que consideraba poco menos que una traición por parte de sus jugadores. Como consecuencia de ello ni Vesga ni Alday volvieron a lucir la elástica albiazul y en verano de 2014 emprendieron el viaje hacia la cercana Lezama.
Desde entonces, el crecimiento de Vesga ha sido continuo convirtiéndose en un elemento indispensable en los planes del Cuco Ziganda. El curso pasado, todavía en Segunda B, no actuó en los tres primeros compromisos del curso pero, a partir de ahí, lo jugó prácticamente todo hasta culminar un año redondo con el fantástico ascenso a la categoría de plata. Ya dentro del fútbol profesional, podía temerse que el salto de nivel provocase una merma en su protagonismo pero nada más lejos de la realidad.
Porque Mikel Vesga se ha convertido en el eje sobre el que se sustenta todo el centro del campo rojiblanco. Es cierto que el filial del Athletic -único presente en Segunda División- lleva todo el curso luchando por escapar de las posiciones de peligro pero no lo es menos que la trayectoria del vitoriano no está pasando ni mucho menos desapercibida. Jugando absolutamente todos los minutos de Liga, por sus botas pasan todos los balones para hacerlos llegar con éxito en la mayoría de las ocasiones a sus compañeros y además es un seguro recuperador. Unos méritos que invitan a soñar con que la escena del sábado se repita el próximo curso pero con ambos protagonistas en Primera División.