Vitoria - Cierto es que se está encontrado en su camino con algunos arbitrajes excesivamente puntillosos, pero no menos verdad es lo que reflejan los fríos datos que señalan que el Deportivo Alavés es el equipo que más expulsiones sufre -ya acumula cinco rojas- y más tarjetas -lleva cincuenta amarillas- recibe de toda la Liga Adelante. Es evidente que los colegiados cometen equivocaciones y que algunos tiene ciertos prejuicios de antemano porque ya conocen a José Bordalás y su estilo de temporadas precedentes, pero los jugadores también tienen que aprender a manejarse en situaciones de máxima tensión para evitar que se repitan episodios como el del sábado. Y es que las dos rojas que recibieron Einar y Dani Pacheco comprometieron al máximo una victoria que bien pudo haberse ido al garete por culpa de haber permanecido en inferioridad numérica durante demasiado tiempo.
Por segunda vez en lo que va de temporada, el equipo albiazul se quedó con nueve jugadores sobre el césped. Ya le ocurrió en la visita al Llagostera, cuando Javi Carpio vio la roja directa a los 31 minutos y Manu García la segunda amarilla a los 52. Sucesión muy parecida a la del sábado, ya que la expulsión de Einar llegó a los 28 minutos y la de Dani Pacheco a los 70, aunque en esta ocasión se vieron compensadas en parte por la casi subsiguiente roja a Mata que dejó el partido en un nueve contra diez.
En casos como el de Carpio, que vio una roja directa por una mano en el área que no cometió, nada se puede hacer. Ya quedó desacreditado el colegiado por el Comité de Competición al retirar la tarjeta, pero el daño ya estaba hecho. Eso sí, en casos como los de Manu García en Palamós o los de Einar y Dani Pacheco ante el Girona la templanza es una obligación cuando ya se arrastra una amarilla. Ni que decir tiene que en este mismo apartado entra la roja directa que vio Facundo Guichón ante el Albacete, en su caso por una patada sin sentido alguno ni balón de por medio en el centro del campo que fue del todo absurda.
Revisando las imágenes es más que evidente que los árbitros mostraron en exceso de celo en las tres expulsiones referidas por doble amarilla, pero es que cuando se lleva ya cierta carga en la mochila no se puede estar tentando a la suerte. Hay futbolistas que saben manejarse a la perfección en ese tipo de situaciones límite, pero hay otros que no son capaces de templar los ánimos y mantener la cabeza fría.
Los dos casos más recientes, los protagonizados por Einar y Dani Pacheco, tienen que servir como aprendizaje. El vitoriano tuvo la mala suerte de encontrarse con un árbitro que parece hacer marcadas diferencias entre veteranos y noveles. Seguro que a un jugador de caché no le hubiese sacado dos amarillas en el margen de tres minutos por acciones para nada contundentes o peligrosas, pero una vez que ya tenía la primera amarilla el vitoriano no tendría que haber arriesgado tanto en la acción que provocó que viese la segunda.
Caso similar al del extremo malagueño, que forzó demasiado la máquina ya con una amonestación. No es normal que un jugador se vea penalizado por dejarse caer y menos cuando ya arrastra una tarjeta, pero Areces Franco estaba muy caliente y con la mano muy rápida y eso también hay que saber interpretarlo. En otra situación, seguramente Pacheco se habría llevado una reprimenda. O ni siquiera eso. Pero el colegiado entendió que el andaluz quiso engañarle y echarle aún más al público encima y por ahí llegó la segunda expulsión.
En esta ocasión el equipo no se vio penalizado por las rojas a pesar de jugar durante más de una hora en inferioridad numérica, pero es evidente que hay que trabajar para poner soluciones en ciertas situaciones que los propios futbolistas pueden manejar. Y es que cuando alguien ya está en el punto de mira, lo mejor es tratar de esconderse y ponerse a cubierto.