Santa cruz de Tenerife - Es el Deportivo Alavés un equipo que se caracteriza siempre por ir de cara y a pecho descubierto a por los partidos desde el primer minuto. Y más vale que recupere esa versión de manera inmediata. Y es que las pocas veces en las que se ha erigido en especulador, el tortazo ha sido morrocotudo. El Glorioso volvió a plantear ayer un partido de resistencia, de aguantar al rival durante tres cuartos del duelo para tratar de resolver al final ya con sus mejores estilistas sobre el césped. Y, de nuevo, el planteamiento se fue a hacer gárgaras con el tanto del equipo local. A partir de ahí, nula capacidad de respuesta. Prisas cuando anteriormente se había despreciado el reloj. Y, como consecuencia, una derrota más que castiga ese carácter especulador que tan mal sabor de boca deja. Sobre todo ante rivales como el Tenerife que arrastran un enorme nerviosismo que no se supo explotar por culpa de ese planteamiento tan cicatero. Hay derrotas y derrotas. Y si la del Lugo fue acompañada de aplausos por la actitud del equipo yendo a por todo a por la victoria, la de ayer es de las que afectan muy negativamente a un equipo y, sobre todo a su entrenador.

Cuando todo parecía indicar que los cambios en la alineación inicial eran más complicados por la carencia de piezas, José Bordalás planteó una auténtica revolución y rediseñó por completo su equipo con variaciones tácticas y de nombres. El alicantino tocó más teclas que nunca con el objetivo de remodelar la banda izquierda -tanto Raúl García como Dani Pacheco se quedaron en el banquillo- y también de reforzar el centro del campo. Con Beobide, Mora y Manu García en la zona ancha, el lateral derecho recayó en Estrada, mientras que la izquierda fue para Carpio, con Juli por delante. Una clara apuesta por el poderío físico y el desgaste para tratar de hacer sangre a un rival ya herido, pero con el riesgo de haber retocado también muchos engranajes que estaban engrasados.

Pesó más lo segundo que lo primero en un arranque en el que el cuadro albiazul se mostró tremendamente espeso con el balón, aunque al mismo tiempo también consiguió cortocircuitar el juego de un rival también más preocupado de destruir que de construir. Y es que en su estreno en el banquillo chicharrero, Pep Martí tuvo claro que lo más importante era suturar la sangría defensiva de su equipo. Así, la acumulación de piernas en el centro del campo que condujo a que el balón, ayudado además por un césped en estado lamentable, fuese de un lado a otro sin control alguno.

En esa particular batalla, el primero en protagonizar un susto fue el equipo local, ya que un cabezazo de Pedro Martín al que Pacheco solo respondió con la mirada acabó estrellándose en el palo. En el otro lado, hubo que esperar casi hasta la media hora para que Toquero hiciese intervenir a Dani Hernández en un bagaje ofensivo muy escaso.

Todo el tedio de los primeros 44 minutos saltó por los aires en los últimos segundos del primer acto, cuando en su primera buena combinación Femenía a punto estuvo de perforar la meta canaria tras una buena conexión con Juli en la que se evidenciaron los problemas defensivos locales. Se iba el duelo al descanso y para el Alavés la obligación era echar leña al fuego.

Hizo efectiva la amenaza El Glorioso ganando unos cuantos metros en el arranque del segundo acto y en cada aproximación se notaba el nerviosismo de un Tenerife al que se le aparecían de nuevo sus fantasmas defensivos, pero justo en ese momento de sufrimiento se encontró el cuadro local con un balón rechazado que Cristo aprovechó para servir a un Pedro Martín que adelantó a su equipo.

Con casi una hora desperdiciada, al Alavés le entraban ya unas prisas obligadas. Y la primera consecuencia fue el inmediato ingreso en el campo de Dani Pacheco y el regreso al 4-2-3-1 instantes antes de la entrada de Barreiro. Por desgracia, el estado de necesidad en el que entró el equipo hizo que el nerviosismo se trasladase de acera y el cuadro albiazul cayó en una precipitación que dio paso a los mejores minutos de un Tenerife al que el gol le sentó de maravilla. Lejos de refugiarse atrás para conservar la renta, el equipo de Martí se hizo con el control, dispuso de unas cuantas ocasiones y apenas sufrió para cuando ya en el minuto 90 llegó la sentencia con un tanto de Omar Perdomo que certificó el castigo a la especulación alavesista.

El vitoriano fue de lo poco salvable del equipo por su pelea constante y su presencia siempre amenazadora, pero lo cierto es que estuvo demasiado solo durante todo el partido.

Excesivo respeto. El técnico alicantino recuperó un planteamiento muy similar al que utilizó en la visita al Zaragoza con un centro del campo muy poblado y las líneas más juntas y le volvió a salir muy mal. Se mostró excesivamente conservador ante un Tenerife que en defensa es muy flojo y su Alavés apenas fue capaz de crear oportunidades y se perdió por completo cuando el rival se adelantó.

Bordalás volvió a confiar en el guipuzcoano en el lateral derecho y una vez más Estrada hizo aguas. Fue protagonista en el primer gol del Tenerife y sufrió muchísimo con Pedro Martín.

Desconocido Alavés. Bordalás optó en la visita al Tenerife por repetir el planteamiento más conservador que ya ha utilizado en desplazamientos como los de Numancia y Leganés en Copa o Zaragoza en Liga y, de nuevo, la apuesta le salió muy mal. El equipo regaló muchos minutos al rival mientras se preparaba para dar su zarpazo en el tramo final y para cuando quiso apretar ya era muy tarde.

Sin reacción. Tras el gol del Tenerife todavía quedaba media hora de juego por delante, pero el tanto asentó al equipo local y descentró por completo a un cuadro albiazul incapaz de serenarse y buscar buenas opciones. La posibilidad del empate no se vislumbró en ningún momento.