Vitoria - El resurgir del Deportivo Alavés en las últimas jornadas deja cada semana un nuevo protagonista destacado. Como si en el seno del vestuario albiazul se hubiese grabado a fuego el lema nacional de Suiza. Unus pro omnibus, omnes pro uno. O, como escribiría Alejandro Dumas en Los tres mosqueteros, todos para uno y uno para todos. Un día brilla un jugador, al siguiente otro diferente. Pero todos en asociación y en beneficio de un colectivo a la que la suma de talentos le está sentando de maravilla. En este sentido, el pasado sábado la genialidad estuvo en las botas de Manu Lanza, que cual D’Artagnan fue capaz de asestar al Tenerife la estocada mortal que propició tres nuevos puntos para El Glorioso y un nuevo paso adelante en esa batalla por alcanzar la sexta posición en la que el equipo vitoriano se ha metido de lleno.
El barcelonés, pese a que llevaba unas cuantas jornadas a un nivel un tanto gris, ha justificado con creces ya el esfuerzo que hizo el Alavés para conseguir su cesión en el mercado invernal. Fue el único movimiento que acometió la entidad del Paseo de Cervantes a lo largo del mes de enero, ya que económicamente fue una operación bastante costosa, pero el rendimiento del extremo prestado por el Espanyol está justificando con creces esa importante inversión para cerrar el equipo.
Se buscaba con Lanza el perfil de un jugador desequilibrante desde la mediapunta, ya fuese actuando por cualquiera de las dos bandas o como segundo delantero. Capacidad de pase, uno contra uno, buen asistente, puntería de cara a gol contrastada en la Liga Adelante... No hay apuesta que pueda calificarse como segura en el mundo del fútbol, pero estaba claro que la dirección deportiva albiazul apostaba en este caso por un jugador muy contrastado en Segunda División del que se esperaba un rendimiento inmediato. Y así ha sido, al fin y al cabo.
Que solo hubiese jugado un par de compromisos coperos en el primer tramo del curso con el Espanyol no importó demasiado. En Vitoria, para Lanza fue llegar y besar el santo. Falta le hacía, dicho sea de paso, a un Alavés que había perdido mucha chispa en esa línea de creación, sin apenas capacidad creativa ni de desborde tras un arranque de curso en el que los Juli, Sangalli o Vélez brillaron para después ir perdiendo frescura, con lo que se resintió mucho el equipo.
Apenas había completado un par de entrenamientos con sus nuevos compañeros y Alberto no dudó demasiado a la hora de apostar por el catalán como titular en el arranque de la segunda vuelta. Y en los doce partidos disputados de este segundo giro al calendario, su presencia en el once inicial ha sido una constante inamovible.
Regresando a la banda derecha para jugar a pierna cambiada, precisamente la posición donde se convirtió en un referente en el Sabadell para dar el salto a Primera de la mano del Espanyol, Lanza se ha convertido en pieza básica del resurgir alavesista en las últimas jornadas. Su presencia escorado a la banda supone una doble amenaza para las defensas rivales, ya que puede optar por buscar la línea de fondo y sacar el pase con la pierna derecha -la maneja muy bien pese a ser zurdo- o irse hacia dentro para buscar el disparo con la izquierda.
Precisamente, frente al Tenerife exhibió el extremo barcelonés su sensacional golpeo con un gol llamado a ser el mejor de la jornada y uno de los más destacados del curso. Uno contra uno frente al lateral, un ligero resquicio ante la duda del defensa y ningún miedo para armar la pierna desde el pico del área y sacar un zurdazo a la escuadra por encima del guardameta con un golpeo perfecto. Su tercera diana en doce partidos -las anteriores las había conseguido ante el Zaragoza y el Mallorca, también en partidos en Mendizorroza-, pero sin duda la más brillante y efectiva.
Con ese tanto, Lanza se desató. Tras unos partidos en los que había perdido el brillo de sus primeras comparecencias -el largo período de inactividad le pasó factura al encadenar esfuerzos-, el barcelonés sacó a pasear todas sus virtudes para dejar con la boca abierta al alavesismo con una jugada antológica de regates encadenados a la que solo le faltó el gol para ser una obra de arte absolutamente perfecta.
Buenas conexiones Pero, más allá de esas genialidades, la aportación del extremo catalán le ha servido al Alavés para abrir su abanico de posibilidades ofensivas, hasta hace no mucho bastante escaso. Sobre todo, al producirse unas combinaciones que son muy complicadas de defender para los rivales. La pareja que conforma en la mediapunta con Juanma supone la asociación de dos futbolistas con una calidad fuera de categoría. Los dos se entienden a las mil maravillas sobre el césped y desde el primer día han conformado una sociedad muy productiva. Pero, por si esta amenaza no fuese suficiente, también ha encontrado el respaldo desde atrás de las incorporaciones de un Unai Medina que se encuentra también en un momento excelso y que ofrece alternativas ofensivas a la vez que obliga a los defensas a dividir su atención.
Otro de los puntos en los que el equipo ha salido enormemente beneficiado de la llegada de Lanza ha sido en el balón parado. Una lacra a lo largo de todo el curso que ha mejorado a lo largo de las últimas semanas. Y gran parte de esa mejoría hay que situarla en la calidad de los servicios del barcelonés, que es un especialista en este tipo de acciones, ya sea con sus centros o con los disparos directos. En un colectivo en el que cada vez brillan más las individualidades, Manu Lanza es quien ha puesto la magia.