Alcorcón - El Deportivo Alavés acumulaba ya ocho desplazamientos consecutivos sin ser capaz de regresar a Vitoria con tres nuevos puntos en el maletero del autobús, pero ayer, por fin, se desquitó de todo ese periplo desastroso por el mapa ibérico con una victoria en Alcorcón que abre de par en par las puertas de la ilusión. Se tomó su particular venganza El Glorioso con el equipo madrileño después de ese recordado duelo en la primera vuelta que tan mal regusto dejó en Mendizorroza y lo hizo, además, para acercarse un poco más a esa sexta plaza con la que todo el alavesismo ya se permite el derecho de soñar. Este equipo se lo ha ganado con sus grandes actuaciones al abrigo de su afición, pero son victorias como las de ayer, a base de pelea y sufrimiento, las que invitan a mirar al futuro con optimismo y pensar que todo es todavía posible en los diez partidos que todavía quedan por jugarse hasta el final del curso.

Se esperaba un partido duro y trabado en Santo Domingo. Todos lo son cuando uno de los contendientes es el Alcorcón. Y el Alavés, con la lección aprendida, no le perdió la cara al encuentro y no dudó a la hora de jugar de tú a tú al cuadro alfarero. Sin ese nivel de agresividad que lleva a los madrileños a no retirar nunca la pierna y que hace que protagonicen algunas acciones que da repelús verlas, pero sin miedo alguno a buscar el choque y la pelea. Era un compromiso de bajar al barro y pelearse dentro de él y eso lo entendiendo a la perfección los albiazules, que no dudaron a la hora de afrontar el cuerpo a cuerpo.

Es el equipo de Bordalás un equipo que se vuelca en su juego, muy pasional. Y, con ese estilo, siempre pone en serios problemas a sus oponentes. También a un Alavés que se vio asediado por toda una sucesión de acciones a balón parado en las inmediaciones de su portería. Ya fuera a través de los dieciséis saques de esquina que dispuso el cuadro alfarero o mediante unas cuantas faltas muy cercanas al área. Conectaron los locales un par de buenos remates en sus primeras incursiones, pero a partir de ahí las figuras de Goitia, Laguardia y Jarosik se convirtieron en infranqueables.

Lejos de la vistosidad de las últimas victorias en Mendizorroza, el de ayer fue el triunfo del sacrificio. No podía recorrerse otro camino para volver a ganar lejos de Vitoria tanto tiempo después. Y en Alcorcón se sumó el tercer triunfo de la temporada a domicilio -los anteriores llegaron en los campos de Osasuna y Betis- a base de esfuerzo, sufrimiento y compromiso.

También de un nuevo gol a balón parado. Y otra vez con Jarosik como protagonista. Había estado el equipo errático en estas acciones durante toda la campaña, pero los dos últimos triunfos han llegado por esta vía tan determinante.

Afición espectacular. Alrededor de trescientos alavesistas estuvieron ayer en Alcorcón y la mayoría esperó a las puertas del autobús del equipo la salida de los jugadores para mostrarles su apoyo y hacer crecer aún más la corriente de ilusión alavesista.