Vitoria - Pocas cosas son capaces de alterar el rumbo de los acontecimientos, y en tan poco espacio de tiempo, como el fútbol, un negocio que transforma el negro más absoluto en el blanco más puro con el simple chasquido del gol, el objetivo final. La línea de meta que marca el futuro de jugadores, técnicos y presidentes, siempre sometidos a su tiranía. Quizá por eso solo el fútbol sea capaz de explicar el porqué del extraordinario cambio de imagen y actitud que el Alavés ha experimentado en las últimas cuatro semanas. Un juego de caras tan extraño que ni tan siquiera los jugadores o su propio entrenador son capaces de explicar. El Glorioso protagonizaba uno de sus mejores partidos del año ante el Zaragoza en casa (4-0) y a la semana siguiente no era sombra de sí mismo en Sabadell y mucho peor quince días después en Palamós, donde el ridículo fue escandaloso ante el limitado Llagostera. “Es el fútbol; a veces pasan cosas”, señalaba Alberto cuando era cuestionado al respecto de esta doble cara albiazul. En este escenario de incertidumbre y poca credibilidad movió fichas el técnico como acicate para estimular a sus jugadores. Igual que cuando el difunto Luis Aragonés tiraba de banquillo en los minutos de la basura aún con el partido perdido. “Hay que hacer algo siempre, aunque solo sea para cambiar la inercia de las cosas”, acostumbraba a decir El Sabio.
En la víspera de afrontar nueve días de auténtico infarto -el equipo iba a recibir en casa a Mallorca y Osasuna, y fuera se iba a medir al Lugo-, Alberto hizo algo parecido para levantar la moral del grupo. Y a tenor de los primeros resultados que lo consiguió. Tiró de terapia de choque en Ibaia con prácticamente todos los entrenamientos a puerta cerrada, cambió de portero, recuperó la contundencia defensiva y generó un triángulo mágico en el centro del campo donde Juanma pasó a llaver la batuta y Manu Barreiro se consagró en la punta. Y por ahí llegaron los buenos resultados ante mallorquines y navarros. No tanto por los puntos conseguidos, que también, sino por un cambio de actitud que ahora mismo invita a pensar en cotas más ambiciosas que eludir los puestos de descenso, que en estos momentos se encuentran ya a nueve puntos. Por arriba, y de forma increíble si se atiende a la situación del equipo solo un par de semanas atrás, los puestos de play off están ya a solo cinco puntos, lo que confirma el buen estado anímico y deportivo que atraviesa el Alavés y que refrenda la tremenda igualdad que impera en Segunda.
¿Qué ha cambiado? En este contexto, nadie se atreve a expresar públicamente ahora el techo del equipo ni la proyección de sus jugadores, que tal y como se pudo ver ante Osasuna, están de dulce, henchidos de una confianza con pocos precedentes que invita a soñar con salir al Anxo Carro sin la actitud timorata de la infame gira catalana. El estilo y la hoja de ruta parecen innegociables. Lo mismo que el concurso de gran parte de los jugadores. Como quiera que tras el último choque no hubo ninguna baja, es probable que Alberto vuelva a confiar en el mismo once por una cuestión de confianza y, sobre todo, ritmo de competición, un intangible casi tan decisivo como el talento de un jugador.
Así que Goitia volverá a colocarse bajo palos a la espera de demostrar su valía como titular, ya que en los últimos dos partidos el escaso trabajo al que tuvo que hacer frente lo solventó sin mayores problemas. En la retaguardia serán fijos, salvo problemas de última hora, la línea de cuatro que conforman Medina, Laguardia, Jarosick y Raúl García. Por delante se asentará ese pivote de referencia que es Toribio y que volverá a tener a Manu García como escudero de lujo, y a partir de ahí la batuta ofensiva correrá a cargo de Juanma por el centro y Lanza y Toti en bandas a pierna cambiada. En punta será nuevamente Barreiro quien marque la referencia del Alavés, tal y como hizo ante Osasuna, y el resto de compañeros deberán sumar a partir de ahí, amoldándose a las circunstancias como ocurrió en los últimos encuentros. El canterano Llamas, por ejemplo, ya tuvo que sustituir al lesionado Rafa García ante el Mallorca y un central como Migue tuvo que actuar ese mismo día como pivote para aguantar las acometidas bermellonas. También Despotovic, Juli o Ion Vélez deberán acostumbrarse a dar oxígeno a un plantel que acostumbra a vaciarse en cada entrega.
Esa regularidad que tanto añoraba Querejeta parece haber tomado velocidad de crucero, lo mismo que la solidez defensiva, que fue una de las señas de identidad de este Alavés al comienzo de la temporada pero que con el paso de las jornadas deribó en otra cosa bien distinta. Todo ese tiempo pasó. Las asignaturas pendientes parecen haber sanado y lo que parecía un imposible (ser capaz de sumar dos partidos consecutivos) se logró ante Osasuna después de ocho intentos. Quizá ahora lograr la tercera victoria consecutiva en Lugo no sea tan descabellado.
Adiós al debate en la portería. 180 minutos han servido para enterrar un debate que Alberto debió impedir que creciera a las primeras de cambio. Tras los monumentales errores de Manu Fernández en Sabadell y Palamós, Goitia se convirtió en la alternativa. De momento, en dos partidos no ha encajado ningún gol.
Rigor defensivo y pegada contundente en Mendizorroza. Los datos hablan por sí solos. En los últimos cuatro partidos en casa, el Alavés ha firmado cuatro victorias con diez goles a favor y ninguno en contra.
Descaro en la cantera. Einar fue el primero en tirar la puerta del primer equipo desde la posición de central. Ahora el turno parece tocarle a Llamas, que ya jugó a buen nivel ante el Mallorca y que frente a Osasuna anotó su primer gol apenas saltar al césped.
Actitud y confianza. Claves a la hora de encarar los partidos, como se vio ante el Zaragoza (4-0), Mallorca (2-0) y Osasuna (3-0). Esa puesta de largo redunda más tarde en el juego.