Vitoria - No es de extrañar que el propio Alberto fuese el primero en echar un jarro de agua fría tras la tremenda exhibición que el Deportivo Alavés protagonizó contra el Zaragoza. Y es que después de sus mejores victorias de la temporada, este equipo ha entrado de seguido en sus momentos más críticos. Calma, templanza y ningún tipo de confianza. Ante el cuadro maño se logró un triunfo espectacular, pero en el vestuario albiazul la historia es conocida ya de memoria. Y se quiere acabar con ella este mismo sábado. Ninguna victoria ha venido acompañada de una segunda consecutiva y, lo que es más duro, justo en los momentos en los que El Glorioso mejores sensaciones había dejado llegó sin solución de continuidad un mazazo aún más impresionante.

Hasta el pasado fin de semana, el Alavés acumulaba seis victorias en la temporada y todos sus intentos de encadenar dos seguidas se acabaron yendo al traste. En este séptimo intento tratará de romper con esa tendencia que le ha impedido estar en zonas mucho más cómodas. Y, curiosamente, justo después de sus dos mejores partidos del curso llegaron sus peores momentos.

Hasta el triunfo frente al Zaragoza, dos puntos álgidos se habían vivido en la campaña albiazul. El primero, tras la espectacular victoria frente a Osasuna en El Sadar, a la que siguió esa misma semana la eliminación del vecino navarro en Copa. El Alavés se exhibió en Pamplona, pero justo tras esa gran victoria llegaron dos derrotas seguidas -las primeras del curso incluida la pretemporada- frente a Barça B y Zaragoza que sembraron las dudas.

Tras superar ese primer bache, el equipo de Alberto se recompuso y firmó su mejor racha invicto de la temporada. Seis jornadas consecutivas sin perder con el colofón del triunfo en la visita al Betis. Maravilló aquella tarde El Glorioso con su pase militar por el césped del Benito Villamarín y, décimo en la clasificación, presentó su candidatura a pelear por estar un poco más arriba de la zona media. Tras rozar el cielo con dicho triunfo llegó la gran crisis vitoriana de la temporada y en las siete siguientes jornadas el cuadro albiazul solo fue capaz de sumar una victoria y un par de empates.

Los precedentes en momentos de éxtasis señalan bien a las claras que en apenas noventa minutos se puede realizar el tránsito de descenso del cielo futbolístico al infierno balompédico. Por eso, ahora al Alavés le toca echar mano de madurez para erradicar al mismo tiempo cualquier tipo de confianza y también esos fantasmas del pasado. Y es que un triunfo en Sabadell supondría dejar la salvación a tiro de piedra y poder así aventurar un tramo final bastante tranquilo.