Vitoria - “El fútbol es como una manta corta. Si te tapás la cabeza te destapás los pies y si te cubrís los pies te destapás la cabeza”. La histórica frase acuñada por el entrenador brasileño Elba de Padua Lima, conocido como Tim, vuelve a ponerse en boga cuando sale a la palestra el Deportivo Alavés. Al equipo de Alberto se le puede aplicar a la perfección esa teoría de la que se han podido comprobar los dos extremos en la presente temporada. Así, cuando el cuadro albiazul defiende con solvencia le cuesta mucho resolver arriba. Y, por el contrario, cuando más problemas ha tenido para frenar a sus rivales, mayor ha sido su acierto en la ofensiva. El Glorioso, de momento, no ha dado con la fórmula mágica que le permita estirar al máximo sus capacidades y en ese desequilibrio lleva su penitencia. Ni despega ni se hunde, ya que la confrontación de sus dos aspectos parece impedírselo. Y ahora, en el arranque de la segunda vuelta, se vuelven a repetir las mismas sensaciones del inicio del curso, cuando el buen trabajo de contención no se vio premiado con una cantidad de puntos mucho mayor por culpa de la escasa eficacia de la vanguardia.

En el arranque de la nueva temporada primó la seguridad en el entramado defensivo, la base sobre la que se quiso cimentar el nuevo proyecto. En los albores del curso el equipo de Alberto se presentó como un bloque granítico al que era ciertamente complicado superar. Así, dejando a un lado algún accidente puntual, asentó sobre su eficiencia destructora su caudal recaudatorio, aunque el mismo no fue demasiado grande por culpa de unos graves problemas de definición. Los trece goles encajados en las primeras catorce jornadas contrastaban con los quince tantos marcados, haciendo del Alavés todo un especialista en marcadores ajustados.

Esa tendencia se rompió en pedazos justo al finalizar el primer tercio de la temporada. La manta que anteriormente calentaba los pies se deslizó hacia la cabeza. Y de esta manera, el cuadro albiazul pasó de ofrecer una enorme fortaleza defensiva a ser fácilmente batible, encajando doce tantos en sus siguientes seis partidos, una media de dos dianas recibidas por comparecencia del todo inasumibles. Y eso que en ataque se mostró el mayor nivel de acierto en el remate de la temporada, ya que los seis goles en esos seis compromisos llegaron después de disfrutar casi siempre de pocas oportunidades, pero con una puntería del todo inusitada.

En el último partido de la primera vuelta, contra el Las Palmas, el Alavés volvió a sus orígenes. La sangría de goles encajados le llevaba a perder la vida irremisiblemente y Alberto optó por fortalecer al colectivo dando una nueva vuelta de tuerca a la exigencia de sacrificio. Desde ese partido con el líder de la Liga Adelante, la defensa albiazul ha vuelto a erigirse como una de las más solventes de la categoría. A duras penas consiguió marcar el cuadro canario, mientras que los tres oponentes que han desfilado posteriormente -Leganés, Recreativo y Barça B- ni han conseguido celebrar un gol ni tampoco es que hayan disfrutado de excesivas oportunidades.

El problema, como en el arranque del curso, es que esa exigencia de sacrificio defensivo desde el portero hasta el delantero también pesa en las piernas cuando se requiere frescura a la hora de definir. En sus últimas comparecencias, al equipo vitoriano parecen sobrarle los últimos metros del campo. Le cuesta llegar al área rival y en las pocas ocasiones en las que alcanza la zona de peligro su puntería se aleja mucho de la óptima. La manta no llega para todo, como ha quedado evidenciado en las dos últimas igualadas a cero consecutivas. Y de encontrar el equilibrio perfecto y mejorar en la ofensiva sin que se vea lastrada la defensa dependerá que este Alavés pueda alzar el vuelo y asegurarse la tranquilidad que persigue.