Vitoria - En el deporte profesional el fin justifica los medios. Y más todavía cuando la necesidad es acuciante. El Deportivo Alavés no fue ayer brillante. Tampoco cuajó un partido del nivel de los que ofreció en el arranque del curso. Durante muchos minutos incluso pareció vagar sin rumbo. Pero fue, al fin, efectivo. Fútbol se vio poco ayer por la tarde en Mendizorroza, pero da lo mismo cuando el resultado final es de victoria. Y más aún cuando los tres puntos, muchos visto el rendimiento del equipo y más aún teniendo en cuenta los que otras veces se han escapado jugando partidos brillantes, eran tan necesarios. No hay duda de que El Glorioso no ofreció su mejor versión, pero para un equipo con tan poco hábito ganador es aún más importante imponerse sin grandes alharacas. Poco fútbol ayer, pero muchos puntos.

Alberto dispuso tres cambios con respecto al último once, dos de ellos obligados por la sanción de Manu García y la lesión de Einar. Para suplir al capitán imperó la lógica con la presencia de Beobide, mientras que el relevo del central, con Migue entre algodones, fue un Jarosik que de esta manera pudo estrenarse y probarse. La última novedad, la del recién llegado Lanza, que suplió a Raúl García en el extremo izquierdo. Desde el punto de vista futbolístico, la idea de inicio fue de nuevo buscar los desplazamientos en largo para hacer transiciones hacia el ataque muy rápidas y evitar circular el balón por zonas que pusiesen el equipo en compromiso de producirse alguna pérdida.

Tras alguna duda generada por la inquietante presencia arriba de Borja Lázaro, el cuadro albiazul comenzó a soltarse buscando una de sus armas preferidas. Los laterales ganaron metros, son un Medina que volvió a demostrar su capacidad para desequilibrar desde el uno contra uno. Un balón del lateral al desmarque de Despotovic supuso la primera oportunidad. Y a la segunda llegó el gol. Tras una gran jugada trenzada, un centro de Medina despejado por la defensa lo empalmó de manera brutal Toribio desde la frontal. Un misil tierra-escuadra. Imparable.

La ventaja en el marcador asentó definitivamente al cuadro albiazul sobre el césped. Cerrando espacios y uniendo líneas cuando el Leganés tenía el balón y amasando la posesión con calma en busca del error del rival cuando el esférico estaba en posesión propia. Se aparcaron las prisas de otras ocasiones, esas ansias por vivir en la locura, y se optó por un ritmo más pausado para que el duelo no se convirtiese de nuevo en un ida y vuelta del todo contraproducente para los intereses propios. Y en un error grave del cuadro pepinero, Despotovic tuvo en sus botas el segundo, pero se enredó con el balón en el mano a mano.

Con ese punto de tranquilidad y estirando un poco más sus jugadas, el equipo de Alberto fue generando ocasiones de peligro que no fueron bien definidas ante un oponente que parecía completamente anestesiado, como si se hubiera quedado completamente congelado por la heladora temperatura de Mendizorroza. No es de extrañar, por ello, el enfado de Asier Garitano que le llevó a hacer dos cambios justo antes del descanso. Quedaba la sensación de que El Glorioso había dejado escapar vivo a su oponente y eso, con los precedentes en la mano, era lo menos esperanzador de la tarde.

En la segunda parte, el duelo se puso raro. Excesiva falta de tensión para todo lo que había en juego, como si el frío hubiese congelado los ánimos. El cuadro vitoriano no era capaz de acertar con el último remate en varias acciones en las que se internó en zonas de compromiso con peligro, mientras que el Leganés los apostaba todo a las internadas de Eizmendi por la izquierda, creando una gran sensación de inquietud cada vez que se acercaba al área de Manu Fernández.

El entramado defensivo albiazul funcionó bastante bien y el cuadro madrileño no generó excesivos problemas, aunque la tensión era patente por la estrechez del marcador y la falta de definición en alguna contra. Y justo cuando el duelo tocaba a su fin, Raúl García, en un saque de esquina, evitó cualquier susto final con un segundo tanto que certificó un triunfo que era imprescindible para poner freno a la caída libre y evitar sufrimientos mayores.

Máxima efectividad. El Alavés no estuvo brillante, pero al menos tuvo esa efectividad que le ha faltado en muchos partidos, sobre todo en Mendizorroza. El sistema defensivo vuelve a ser solvente y las alternativas en ataque comienzan a funcionar, aunque el juego del equipo no es para nada atractivo. Salvó una situación personal muy comprometida con la victoria ante el Leganés.