Auguraba al principio de la temporada Alberto López que el Deportivo Alavés no iba a repetir esta temporada la locura goleadora que fue protagonista de sus partidos durante el anterior curso y de momento no se puede decir que el preparador irundarra haya errado en su predicción. Solo en los encuentros que ha disputado el Llagostera hay una media inferior de tantos marcados que en los trece que ha jugado ya el equipo vitoriano, que con un balance de 13 tantos a favor y 12 en contra tiene un registro de 2,1 goles en cada uno de sus encuentros. Como se pretendía desde la dirección deportiva, cuenta el conjunto vitoriano con una de las defensas más solventes del campeonato (solo las de Valladolid, Sporting y Las Palmas son mejores), pero al mismo tiempo el rendimiento ofensivo se encuentra entre los menos boyantes de la Liga Adelante, siendo Mirandés y Llagostera los únicos que presentan un registro peor. El equilibrio parece imposible en las dos versiones de este Glorioso en Segunda. Como si la manta fuese demasiado corta. El año pasado las vergüenzas que quedaban al aire eran las defensivas y en el presente los problemas están en el ataque. Y viceversa. Eso sí, parece evidente que para crecer es mucho mejor partir de unos buenos cimientos defensivos como los que en estos momentos exhibe el equipo de Alberto, esperando a que el acierto se presente de manera puntual, que depender de un acierto en el remate descomunal para paliar los muchos goles recibidos.
Las palabras de Javier Zubillaga en verano cuando se estaba confeccionando la plantilla fueron claras y no se puede decir que el nuevo proyecto no esté cumpliendo con los parámetros preestablecidos. Puso el director deportivo albiazul como ejemplos las campañas protagonizadas por Eibar y Murcia, dos equipos muy fuertes en el apartado defensivo y con muy poca alegría en su juego, muy físico y directo. Encajar pocos goles y tratar de sacar un rendimiento muy alto de cada uno de los que se marcan. Nada nuevo bajo el sol, en todo caso, ya que el ascenso a la Liga Adelante de la mano de Natxo González se consiguió con esa misma receta.
En los primeros partidos de la temporada el conjunto albiazul ha dejado claro que hay que sudar mucho para marcarle un gol. Manu Fernández, bien pertrechado por una defensa sensacional, ha presentado ya su clara candidatura al Trofeo Zamora al haber encajado una media de 0,92 goles por partido. Hasta en cuatro ocasiones ha dejado el gijonés su portería imbatida -todas ellas en Mendizorroza- y dos de los goles, los que marcaron Osasuna y Sabadell, no tuvieron incidencia alguna en el marcador. Si se tiene en cuenta que cinco tantos llegaron en dos partidos (Barça y Mallorca), el rendimiento no puede ser mejor.
La seguridad que transmite la defensa contrasta con las dudas que ofrece un ataque al que, en ocasiones, se le ve falto de chispa por la exigencia de sacrificio que pone Alberto. El técnico albiazul pide un gran trabajo de desgaste a sus atacantes y en muchas ocasiones apuesta antes por el físico que por la calidad. Y eso se paga en un ataque en el que a veces faltan piernas y en otras simplemente talento.
Teniendo en cuenta que ante Osasuna, Barça B y Sabadell se consiguieron ocho dianas, el balance en los otros diez partidos es muy escaso. Hasta en cinco ocasiones se ha quedado ya el cuadro albiazul sin marcar y esa falta de pegada es la que le está lastrando y no le permite sacar un mayor rendimiento a su sensacional trabajo defensivo. Eso sí, si se mantiene esa seguridad atrás parece evidente que algún día la puntería mejorará y el crecimiento será importante.