Vitoria - De todo menos tranquila. Así ha sido la temporada de un Deportivo Alavés que ha salvado la categoría en la última jornada merced a un poderoso arreón final con Alberto López en un banquillo en el que el irundarra era el tercer inquilino. El sufrimiento era esperado al inicio del curso, pero nadie podía esperar que el equipo protagonizase tantos momentos calamitosos. Por fútbol no ha sido El Glorioso uno de los peores equipos de Segunda División, pero han sido sus propios errores los que le han mantenido entre la espada y la pared. A punto de despeñarse en no pocas ocasiones hasta que en el tramo final encontró esa fiabilidad que necesitaba para permanecer un año más en la Liga Adelante.

Los albores de la temporada, con Natxo González en el banquillo, estuvieron marcados por una confección de la plantilla excesivamente tardía que lastró el rendimiento del equipo en las primeras semanas de competición. Ya desde ese momento se pudo comprobar que la categoría iba a ser tremendamente igualada y el cuadro albiazul desaprovechó la oportunidad de sacar un buen puñado de puntos. Y, visto con el reposo que da el tiempo, hay que señalar que el rendimiento no fue tan malo. Doce puntos en los primeros nueve partidos supusieron una de las mejores cosechas de todo el año en periplos largos, pero a partir de ahí comenzó el hundimiento.

Los constantes errores defensivos, individuales y colectivos, lastraron el rendimiento de un equipo que desde el primer momento destacó por su enorme capacidad goleadora. Conseguía muchas dianas, pero encajaba demasiadas en situaciones a veces incomprensibles. Así, los puntos comenzaron a volar de Mendizorroza en finales agónicos y a domicilio no se conseguían tampoco victorias. Tras dieciséis partidos ligueros y con el equipo penúltimo con 16 puntos, Natxo González era destituido.

El elegido para el relevo en el banquillo fue un Juan Carlos Mandiá que fue la apuesta personal de Javier Zubillaga. Un gol de falta de Serrano en el descuento ante el Lugo sirvió para maquillar el mes de diciembre, pero al regreso de las vacaciones navideñas el equipo comenzó a ofrecer mejores sensaciones, sobre todo por la mejoría a domicilio. Los triunfos en Soria, Las Palmas y Sabadell permitieron abandonar la zona de descenso, pero al mismo tiempo Mendizorroza seguía siendo una constante fuente de problemas y sumidero de puntos.

El triunfo en la Nova Creu Alta marcó el techo de un equipo que una vez que salió de descenso se vino abajo por completo. Cuando parecía que lo más difícil se había conseguido, el castillo de naipes se derrumbó. Con cinco derrotas casi consecutivas, la guillotina del banquillo se llevó por delante a Mandiá, que estuvo quince partidos al frente de un equipo que en ese tramo consiguió 17 puntos y que seguía en la penúltima plaza.

La solución ya casi desesperada fue apostar por el que había sido ayudante de Natxo González y Mandiá, un Alberto López con amplia trayectoria profesional como jugador pero de experiencia muy limitada en los banquillos. El irundarra tardó tres semanas en dar con la tecla, pero cuando consiguió dotar de seguridad al entramado defensivo hizo del Alavés un equipo serio y competitivo, capaz de plantar cara a cualquier rival. Así, aún ocupando en todo momento zona de descenso, el guipuzcoano consiguió llevar al equipo con opciones hasta la última jornada. Con 18 puntos en once partidos, de su mano el Alavés ha salvado la categoría con la victoria frente al Jaén.

extraordinario viguera A nivel individual, un nombre se erige por encima del resto. Borja Viguera. El riojano ha firmado una campaña sensacional y con 25 goles ha sido el pichichi de Segunda. Al final, el premio ha sido doble, ya que en lo colectivo ha logrado la salvación y en lo individual ha destapado todo su talento siendo el máximo goleador. El riojano ha sido el flotador al que el equipo se ha agarrado durante gran parte de la temporada y la punta de lanza de un Alavés en el que la base de jugadores que consiguió el ascenso ha sido la que mejor ha funcionado. Los Crespo, Rubio, Manu García, Beobide y Guzmán -Luciano y Jaume empezaron siendo indiscutibles pero tras la marcha de Natxo González desaparecieron- han sido los ejes fundamentales del equipo en los momentos decisivos, en los que también ha sido clave el rendimiento de las incorporaciones invernales, sobre todo Samuel y Raúl García que apuntalaron una zaga que hacía aguas por todos los lados, mientras que Stevanovic y Tejera aportaron su granito de arena.

El gran problema del curso es que los futbolistas de caché que llegaron con galones para ser piezas importantes en este equipo no han aportado casi nada. De los fichajes veraniegos solo se puede salvar a Jarosik, Toti, Vélez y Medina. El resto, en mayor o menor medida, ha fracasado de la manera más estrepitosa. Los Goitia, Mora, Nano, Serrano, Juanma, Emilio Sánchez o Quiroga estaban llamados a ocupar un lugar importante en los planes del cuerpo técnico, pero a la hora de la verdad apenas han aparecido. Mucha inversión económica para muy poco rendimiento real.

Con la permanencia toca afrontar un nuevo proyecto que, a buen seguro, tendrá muchas caras nuevas por las bajas de los jugadores que no han rendido y se tratará de renovar a todos los que han brillado. - DNA

Mala planificación. La confección de la plantilla en verano fue errática y esos fallos han pesado en el resto del curso. La mayoría de jugadores llamados a ser importantes han fracasado.

De blanda a dura. El Alavés cierra la temporada como uno de los equipos más goleados de Segunda, pero en las últimas jornadas ha conseguido tapar esos agujeros que tenía en su zaga para convertirse en un equipo sólido y fiable.

Reacción increíble. La presencia de Alberto en el banquillo ha mejorado radicalmente la imagen del equipo, que en las últimas jornadas ha protagonizado una remontada espectacular.