Tocaron al menos un punto con las manos, pero ayer en Ipurua la suerte estaba echada y el conjunto armero tenía fijada una cita con la historia que se consumó minutos después de derrotar al Alavés por la mínima. Al filo de las diez horas y transistor en mano a ras de césped, el Eibar lograba por méritos propios el ascenso a Primera División, una efeméride que recibió también la ovación de los dos centeneraso largos de albiazules presentes en el campo. Por que otros tantos presenciaron el partido en los aledaños de Ipurua, adonde se habían desplazado en masa por la tarde para animar al equipo a su llegada al estadio.