Vitoria - "Este año estamos recibiendo muchos goles raros, en mi carrera nunca me había pasado. Alguna vez siempre pasa, pero nunca tantos así". Que un hombre con la trayectoria profesional que atesora a sus espaldas Pepe Mora se exprese de esta manera habla bien a las claras de la particular apología del esperpento que está protagonizando esta temporada un Deportivo Alavés que se ha convertido en especialista en servir goles en bandeja de plata a sus rivales. Como le hacían con las bolas de billar a Fernando VII, El Glorioso arrastra tras de sí toda una serie de tantos encajados en situaciones ciertamente incomprensibles, la mayoría con fallos impropios de profesionales y varios de ellos rematados por acciones de verdadera mala fortuna. La ristra es de semejante tamaño que asusta. La hemorragia de los regalos a los oponentes es la que ha causado que este equipo se haya desangrado hasta quedar prácticamente exánime. Desde la primera jornada disputada allá por mediados de agosto hasta la última, la del pasado domingo, en la que se alcanzó la cúspide de esta montaña de fallos catastróficos que están condenando al Alavés a enfilar sin frenos el camino de regreso, ya cuesta abajo, hacia Segunda División B.

Todos los males tienen un comienzo y el conjunto albiazul no tardó en encontrar el suyo. Y es que ya en la primera jornada la desgracia se cruzó en su camino. O, más concretamente, la espalda del propio Pepe Mora en un remate lejano de Felipe Sanchón que no era para nada peligroso pero que tras el roce se coló en la portería de Goitia. Nadie lo podía prever, pero se escribía en el estreno liguero el primer capítulo de esta apología del esperpento que ha tenido episodios desgraciados de todos los colores.

en propia puerta Lo de los goles en propia puerta o los que han llegado tras golpear en un jugador albiazul es el más claro ejemplo de la desgracia que ha acompañado a este equipo a lo largo de todo el curso. Es cierto que los errores graves propios han costado infinidad de puntos, pero no es menos verdad que en no pocas ocasiones ha sido la mala fortuna la que se ha cruzado en el camino de un equipo al que parecen haberle mirado al mismo tiempo todos los tuertos del planeta.

Así, al igual que le pasó a Mora en Girona, tanto Jarosik frente al Eibar como recientemente Samuel contra el Zaragoza vieron rebotar involuntariamente el balón en sus cuerpos propiciando un cambio de dirección en el mismo que lo convertía en imparable. Frente al Sabadell, casi en el descuento, un remate de Kiko Olivas golpeó en el pie de un defensa y realizó tal parábola que superó por encima a un Goitia que justo cuando parecía que iba a coger el balón se chocó bajo palos con Lázaro para dejar pasar el esférico cuando ya casi lo tenía agarrado. Lo mismo ocurrió en la visita al Hércules, cuando una falta lejana de Pamarot golpeó en la barrera para descolocar a un guardameta, el vizcaíno, que, por otra parte, poco ha ayudado en este sentido.

Pero si dolorosos han sido esos tantos de rebote, más aún lo han sido los tres encajados en propia puerta en lo que va de curso. Una cifra muy por encima de la normalidad. El primero en la lista de las desgracias fue Luciano, cuando en Murcia metió el pie para cortar un pase con la mala fortuna de rematar a su portería. Peor aún fue el enredo de Rubio frente al Recreativo, cuando tras trastabillarse metió el balón en la meta de Goitia cuando la victoria albiazul ya se cantaba. Eso sí, el remate llegó el pasado domingo con el gol en propia puerta de Manu García, donde se puede resumir la desgracia de toda una temporada.

más que mala suerte Pero no solo a la mala fortuna hay que achacarle esa catarata de dianas inexplicables que ha encajado este equipo. Se ha dicho y se ha repetido que las concesiones defensivas y las faltas de concentración han sido sangrantes, pero cuando se repasa la lista de los desperfectos dan ganas de arrancarse la cabellera al completo. Errores a la hora de ejecutar el fuera de juego, penaltis innecesarios, despistes individuales y colectivos que han otorgado ventajas insalvables... Toda una galería de los horrores por la que se han escapado puntos y más puntos que ahora se echan de menos en la lucha por la permanencia.

Uno de los males constantes de este equipo ha sido su falta de concentración a la hora de defender las acciones a balón parado. Ante el Las Palmas en Vitoria, un fuera de juego mal ejecutado en una falta muy lejana fue el primer episodio de lo que vendría después ya que en la visita a Murcia también se dejó escapar un punto al no prestar la suficiente atención en una falta muy lejana. Ante el Castilla fue Crespo el que alzó los puños al aire sin ser capaz de despejar un balón que se alojó en su portería. Aunque, en este sentido, el colmo se lo llevan los goles encajados ante Jaén y Zaragoza en casa. Una falta en la que nadie estorba al sacador, que aprovecha que la barrera está colocándose cuando no había pedido distancia y ofrece un pase que habilita solo ante el portero al rematador. Es imperdonable que una acción así se dé una sola vez en la temporada, pero cuando ya se da en dos ocasiones...

Faltas, saques de esquina, pero también envíos desde la banda. En Mendizorroza, el Hércules realizó un contragolpe saliendo de esta acción desde su propio campo. Aunque el colmo llegó ante el Córdoba, cuando Pelayo se aprovechó de que en esta jugada no existe el fuera de juego para situarse a la espalda de la zaga albiazul y ganarle la partida por la mano.

Los balones regalados también han sido puntos de partida de esa catarata de goles inexplicables que ha encajado este equipo. Nano en Zaragoza y Jaume ante la Ponferradina le ofrecieron en bandeja un esférico a los rivales, que no perdonaron. La falta de contundencia en ciertas acciones tampoco ha ayudado, como cuando Denis, del Barça B, recorrió medio campo sin que alavesista alguno fuese capaz de parar su avance hacia el gol. Para el seguidor alavesista, el repaso es como para echarse a llorar. El error es algo normal en el mundo del fútbol, pero en el caso de este equipo la sucesión es tan terrorífica que se escapa de todos los parámetros posibles de normalidad y pasa a ser todo un rara avis. Y, precisamente, por semejante longitud, esta apología del esperpento está condenando al Glorioso a volver a Segunda B.