Vitoria - Iñaki Goitia fue el primer fichaje del Deportivo Alavés en el verano de su regreso a Segunda División y cuando se oficializó su contratación todo el mundo tenía claro que se había apostado por un portero de enormes garantías, con una trayectoria de mucha solvencia en la categoría de plata y que venía de firmar una gran temporada en un equipo sufridor como el Mirandés en el que fue pieza decisiva en la permanencia al asegurar muchos puntos con sus intervenciones. Desgraciadamente para los intereses albiazules, esas predicciones se han quedado en papel mojado por culpa del pésimo rendimiento del cancerbero vizcaíno, que está firmando la que seguramente es su peor temporada como profesional. Nervioso, inseguro, incapaz de alcanzar cierta solidez, su presencia en la portería se ha convertido en una rémora que ninguno de los tres entrenadores que se han sentado en el banquillo vitoriano ha querido atajar. Así, los únicos partidos en los que Iván Crespo ha sido titular, un total de tres, han venido marcados por una lesión que mantuvo fuera de las convocatorias al que sigue siendo inamovible guardameta alavesista a pesar de que sus dudas están siendo la causa de que no pocos puntos se hayan perdido por el camino.
Es evidente que sin una buena defensa, y la del Alavés no lo es, los problemas para los porteros se incrementan de manera notable, pero no menos cierto es que en este caso en no pocas ocasiones es el propio guardameta el que mete en serios apuros a sus compañeros. Así, si en el primer tramo del curso se pudieron apreciar en el vizcaíno ciertas dudas en acciones aisladas, las mismas se han ido agigantando con el transcurrir del curso hasta dar lugar a episodios del todo estrambóticos. El más reciente, y quizá el más grave, fue el vivido el pasado domingo en el Heliodoro Rodríguez López, cuando antes de los dos goles del Tenerife el propio guardameta estuvo a un tris de hacer él mismo el trabajo de los delanteros rivales en un par de ocasiones en las que más que portero parecía malabarista con el balón, pero de los malos.
El problema de los goles encajados ha sido una constante a lo largo de todo el curso, pero la incidencia de Goitia en esas acciones que se acaban pagando caro cada vez es mayor. Así, si al inicio no cometía errores de bulto, en la etapa reciente los fallos son cada vez más claros. En los primeros partidos lo que más se le achacaba era su falta de osadía para adelantarse un par de metros, abandonar la protección de los palos y hacerse poderoso en el juego por alto. Unas dudas que le hacían quedarse a medio camino casi siempre y que supusieron encajar unos cuantos tantos aunque casi nunca fuese señalado como culpable. Ahora todo ha cambiado, a peor, y la sensación de inestabilidad que transmite se contagia a todo el equipo.
Y es que en los últimos partidos Goitia parece haberse derrumbado mentalmente. No se explica de otra manera que un guardameta con su trayectoria a las espaldas se enrede con el balón, ya sea con las manos o con los pies, de la manera en la que lo está haciendo. Cada vez tiene menos confianza para salir de la portería en los balones que llegan por alto y cuando lo hace suele ser demasiado tarde y el balón se le escapa entre los dedos. Eso por no hablar de un juego con los pies, muchas veces ya comprometido por sus propios compañeros, que se convierte en una auténtica rifa cuando es capaz de que el balón no se le vaya de los límites del campo. En esta tesitura, Goitia no está aportando seguridad alguna a unos compañeros que se ven obligados a retrasarse más metros de los necesarios para tapar sus carencias en las salidas por alto. Y lo peor de todo es que la parroquia alavesista se ha tomado a mofa estos constantes errores. Tanto es así que en el último partido ante el Zaragoza le brindó al cancerbero un irónico aplauso, acompañado de no pocas risas, cuando salió de su portería y, con más apuros de los necesarios, se embolsó un balón cerca del punto de penalti.
crespo, notable Las dudas de Goitia han estado ahí durante casi toda la temporada, pero a la hora de la verdad ninguno de los tres entrenadores que se han sentado en el banquillo han sido capaces de alterar el que parece el orden establecido desde no se sabe dónde y apostar por el relevo. Cierto es que Iván Crespo ha jugado tres partidos, pero lo hizo cuando el inamovible titular se encontraba lesionado. Ante Numancia, Jaén y Girona, el cántabro estuvo bajo los palos y cumplió con creces con varias paradas de mérito, pero esas correctas actuaciones no encontraron continuidad y en cuanto el vizcaíno estuvo en condiciones recuperó su puesto. Precisamente fue tras la lesión cuando Goitia firmó sus mejores partidos. Como si se hubiese liberado mentalmente, fue clave en la victoria en Las Palmas y dejó paradas meritorias que ayudaron a sumar puntos. Pero, a fin de cuentas, fue un espejismo y en las últimas jornadas su versión es incluso peor que la anterior, incapaz de detener un balón y dando unas facilidades que los rivales aprovechan a la perfección.
Conocidos son los problemas que Crespo arrastra en una de sus rodillas desde la pasada temporada, pero en el ahora o nunca que se plantea este domingo contra el Castilla la presencia de nuevo bajo palos de Goitia no sería otra cosa que una nueva rémora contra la que luchar. Si en el caso de los delanteros se habla mucho de las rachas que les permiten ver puerta con inusitada facilidad o pasar por prolongados espacios de sequía, en el de los guardametas bien puede hacerse referencia a los estados de confianza. Y la de Goitia, arrasado por las dudas que le conducen siempre a la peor elección, está por los suelos.
Alberto contó con tres ausencias en el primer entrenamiento de la semana, aunque el club espera que Beobide (molestias en el pubis), Jarosik (gastroenteritis) y Samuel (problema en la rodilla) jueguen el domingo.