Vitoria - La crítica situación en la que se encuentra el Deportivo Alavés propicia que en el club se estén viviendo episodios que se escapan de la normalidad. Por ejemplo, contar con tres entrenadores diferentes a lo largo del curso. O fiar la última baza a un técnico sin experiencia alguna en los banquillos del fútbol profesional, como es Alberto López. O, el último, el vivido ayer, que el propio director deportivo, Javier Zubillaga, se meta de lleno en la dinámica de trabajo en un entrenamiento y sea el encargado de explicar, desarrollar e impartir instrucciones durante un ejercicio, en este caso de carácter defensivo, mientras el entrenador titular se encontraba en otro campo realizando otro trabajo con el resto de jugadores. Lo que en otros lugares sería visto como una injerencia, y grave, del máximo responsable deportivo en la parcela del entrenador, en la entidad del Paseo de Cervantes se justifica como un trabajo en equipo para tratar de mejorar, a través de la experiencia que atesora Zubillaga en el mundo del balompié, el rendimiento del colectivo y, curiosamente, en la parcela defensiva, donde más se necesita. De una u otra manera, con unas u otras explicaciones, una situación bastante extraña de ver en el mundo del fútbol y que levanta suspicacias acerca de quién maneja verdaderamente los hilos del equipo.
"Nos han dicho que ha tenido mucha experiencia como entrenador y que todo lo que podamos sumar, tanto él como cualquier miembro del club, para tratar de ayudar al equipo, bienvenido sea", explicaba Álex Ortiz, uno de los que estuvieron a las órdenes del director deportivo durante la sesión matinal de ayer.
La semana pasada, cuando se llevó a cabo la presentación de Alberto, a Zubillaga le preguntaron si había pensado en él mismo, por su experiencia, para tomar el relevo de Juan Carlos Mandiá, pero el director deportivo aseguró que en ningún momento había pensado en cambiar de parcela aunque en ese mismo instante ofreció su ayuda y colaboración para apoyar en lo necesario al tándem formado por Alberto y Sendoa. Ya entonces, en aquella primera sesión del preparador irundarra, Zubillaga estuvo a su lado dentro del césped durante la charla a los jugadores. Posteriormente había regresado al cobijo de la tejavana de los vestuarios, desde donde suele seguir los entrenamientos, aunque el viernes estuvo dentro de la sala de vídeo mientras el cuerpo técnico estaba reunido con los jugadores. Ayer la ayuda fue un poco más lejos y el máximo responsable deportivo del Alavés saltó al césped para dirigir un ejercicio de salida de balón con los defensas en el Campo 2 de Ibaia -el denominado Ciriaco Errasti-, mientras que en el Campo 1 -el llamado Juan Arregui- Alberto entrenaba con los atacantes.
Zubillaga dispuso dos líneas de cuatro defensas (Medina, Ortiz, Jarosik y Manu en un lado y Rubio, Luciano, Mora y Raúl García en el otro) acompañados de Goitia y Crespo bajo los palos y trabajó la salida del balón y los movimientos de la línea defensiva acompasados al lugar del esférico. Unos ejercicios para tratar de corregir los fallos recientes que tantos puntos han costado e intentar eliminar unos errores que en la zaga están siendo excesivamente graves. Explicó, corrigió y dio indicaciones, llegando incluso a mantener alguna charla personalizada con algún jugador. Fue el caso de Luciano, quien se reincorporaba ayer al grupo tras superar su lesión y con el que fue hablando mientras el bloque de los defensas se iba al Campo 1 para jugar el partidillo con el que se cerró el entrenamiento matinal y en el que Zubillaga volvió a ser figura pasiva.
"Tampoco hay que darle mucha trascendencia. Nos ha dicho que tiene bastante experiencia y que desde la dirección deportiva, sin entrometerse en el trabajo del entrenador, va a intentar echar una mano con sus conocimientos", incidía Ortiz.
futuro en el aire Experiencia es la palabra que más se repitió en el discurso del sevillano y es evidente que Zubillaga es dentro del club quien cuenta a sus espaldas con una trayectoria más extensa. Precisamente, la que ni Alberto ni Sendoa tienen. Lejos están ya sus años en los banquillos de las categorías inferiores de la Real Sociedad o de manera profesional en el Real Unión y el Lleida, ya que su labor principal la ha desarrollado en los despachos, pero es evidente que al director deportivo alavesista no son horas de mili lo que le faltan y ahora, cuando se juega su futuro, también quiere echar una mano sobre el propio césped.
Y es que, aparte del club, el que más se juega en estos momentos es el propio Zubillaga. Sus graves errores en la configuración de la plantilla y su fallo a la hora de apostar por Mandiá han socavado buena parte de la confianza, absoluta confianza, que existía en su figura. La permanencia se ha complicado hasta límites insospechados y si no se cumple el objetivo de continuar en Segunda División su salida está asegurada. El contrato del técnico riojano concluye el próximo 30 de junio y solo si se obra lo que ahora parece un milagro, la permanencia, tendrá opciones reales de continuar al frente de la parcela deportiva alavesista. Y, quizá por ser el que más se juega, no ha dudado a la hora de saltar al césped y tratar de echar una mano con su conocimiento y experiencia al equipo por mucho que el episodio protagonizado ayer sea, como poco, bastante extraño y poco corriente.