Vitoria. Una de las pocas virtudes que exhibió el Deportivo Alavés en el primer tramo del curso fue su facilidad para generar ocasiones y marcar goles. Esa puntería fue la que le permitió sumar unos cuantos puntos en partidos nefastos en lo defensivo y la que le sostuvo con opciones hasta los segundos finales casi siempre. No fue El Glorioso, de la mano de Natxo González, el típico equipo que desprecia el balón y no asume ningún tipo de riesgos en busca de acciones aisladas y jugadas a balón parado. Ni mucho menos, sobre todo en Mendizorroza, donde se pudo ver un equipo dominador, de largas bandas y mucha presencia en los metros finales. De aquella conjunción de factores, el alavesismo pudo ver a un conjunto que hacía un juego vistoso y atractivo y cuyas llegadas a zona de peligro eran constantes. Y eso, unido a un acierto reverencial, propició que el Alavés se convirtiese en uno de los equipos más goleadores de la categoría con Borja Viguera, en estado de gracia, al comando. La llegada de Juan Carlos Mandiá, el cambio de dibujo y el deseo del técnico de potenciar el trabajo defensivo con mucha más presencia en el centro del campo han propiciado que el cuadro alavesista haya perdido esa chispa en ataque que fue su mejor arma en los albores del curso. Y sin esos goles, y aún con la defensa por cimentar del todo, sumar puntos se está convirtiendo en una enorme dificultad.
El partido del sábado contra el Girona supuso el punto culminante de esa pérdida de mordiente ofensiva. Ni un disparo entre los tres palos en los 90 minutos. Y las llegadas con aroma de riesgo o los disparos desviados también fueron contados. La fortuna vino en forma de gol en propia puerta del cuadro catalán, pero es evidente que el bagaje resulta irrisorio, más aún en un partido en Mendizorroza. Y es que los registros ofensivos del equipo cuando actúa como local han bajado a menos de la mitad desde la llegada de Mandiá. Cuatro dianas en otros tantos partidos, uno de media. Con Natxo González, la cifra se fue hasta los 17 tantos en ocho comparecencias, 2,12 goles de promedio merced a un juego en el que el ataque era preponderante.
El técnico de Alfoz, vistos los problemas defensivos del equipo, ha optado por un sistema 4-1-4-1 en el que el trabajo es la clave principal de los cuatro hombres que actúan por delante del pivote. Los hombres del centro son los encargados de presionar la salida de juego del rival, mientras que los extremos redoblan el esfuerzo en el trabajo defensivo apoyando a los laterales. La fórmula funcionó muy bien en Soria, donde se cerraron las vías de agua y el equipo tuvo continuidad para salir al ataque aprovechando espacios, pero cuando ha tocado jugar en Vitoria, ante rivales más cerrados, la falta de ideas ha sido completamente alarmante.
la soledad de viguera Así, con los Vélez y Toti sin resuello por tener que recorrer toda la banda y unos centrocampistas de escaso corte ofensivo para incorporarse desde segunda línea, la soledad en punta de Viguera ha sido evidente. Y los balones que le han llegado, escasos. Si algo ha quedado claro con el riojano es que no es un nueve puro y todo lo que sea actuar solo en punta se convierte para él en un martirio. Los centrales rivales solo tienen que fijarse en su figura y tampoco encuentra compañeros cercanos con los que asociarse cuando recibe un balón en condiciones favorables. Y, así, su rendimiento decrece a pasos agigantados. Y con él, también el del equipo, que ha mostrado unos gravísimos problemas para crear ocasiones y marcar goles más allá de las acciones a balón parado, que empiezan a ser un argumento excesivamente explotado ante los problemas para generar juego a partir de otros aspectos del juego.
cambios obligados En esta tesitura, y viendo que el cambio táctico tampoco ha supuesto una mejoría excesiva en los registros de goles encajados en casa (1,63 de media con Natxo González y 1,5 con Mandiá), el cambio en la idea es obligado, sobre todo en los partidos de Mendizorroza, donde el equipo precisa un punto más. Es difícilmente explicable que un futbolista con la chispa y la capacidad de desequilibrio de Guzmán apenas esté disfrutando de minutos. O la soledad de Viguera. O la perenne presencia de Vélez escorado a una banda. O el sacrificio de un Toti tan importante atrás como intrascendente en ataque. Muchos factores negativos que propician que el Alavés actualmente realice un juego ofensivo soporífero que se encuentra a una distancia sideral del que se pudo ver en el arranque de la temporada, que, por lo menos, fue bastante vistoso.