El Deportivo Alavés no fue ayer, durante casi todo el partido, nada más que un holograma vestido con una camiseta azul y blanca. Correr, luchar, pelear... Son muchas las exigencias que ha planteado desde su llegada Juan Carlos Mandiá, que quiere sobre todo un equipo aguerrido al que no se le pueda acusar de no haberlo dejado todo sobre el césped. Y, mayoritariamente, sus pupilos habían respondido a la exigencia. Hasta ayer, cuando quedaron por completo disipados entre la niebla con un arranque helador en el que el Jaén pudo campar a sus anchas y un final de terror que provocó el enfado de una parroquia alavesista que abandonó Mendizorroza tremendamente airada al ser incapaz de reconocer al equipo que quiere ver. Caída libre en el pozo de la desilusión de un equipo cada vez más ramplón en lo futbolístico y que se queda en menos que un cero a la izquierda cuando encima no lo deja todo sobre el césped.

En los primeros veinte minutos de ayer se vio a un Alavés sin alma, incapaz de controlar el balón y también de pelear por recuperarlo ante un oponente constreñido por sus propios miedos. La única batalla la plantearon Beobide y Vélez, pero ningún compañero se subió a su carro. Y, sin esfuerzo, este equipo se vuelve vulgar por sus propias carencias. La manta da de sí lo justo y Mandiá ha querido reforzar el nivel defensivo poblando el centro del campo, pero a costa de perder presencia arriba. La soledad de Viguera, solo acompañado por Vélez, vuelve a ser muy preocupante. Ayer, encima, ni siquiera se pudieron controlar los errores atrás, que volvieron a ser tan o más graves que los que se cometían no hace tanto tiempo y que son los que han conducido al equipo a su situación actual.

Cuando El Glorioso despertó, el Jaén sufrió y casi claudicó. Un buen arranque de segunda parte, con penalti fallado y posterior gol de Vélez, pareció prácticamente definitivo. Pero ahí, de nuevo, volvió a hacer de las suyas un equipo que se mostró carente de oficio. Así, poco más de un minuto tardó en llegar el empate, un mazazo que ya sería insalvable hasta el esperpento de la jugada final. Y es que el tanto de Jona fue ya un escollo insalvable. El conjunto albiazul se olvidó por completo de la cabeza para meterse de lleno en el caos. Y, aún así, tuvo su opción de ganar. Pero, al final, lo que se encontró fue una dolorosa derrota por culpa de una acción que evidenció que el equipo no tenía la mente puesta donde debía.