la cantera pide paso

Las gradas de Mendizorroza sueñan con poder agarrarse de nuevo a la ilusión de un canterano. Un ejercicio tan esporádico como la nómina de jugadores que a lo largo de su historia dieron el paso al primer equipo. De la época moderna se recuerdan los ejemplos, casi, con los dedos de una mano. Arturo Igoroin Sanjurgo, futbolísticamente conocido como Sívori, fue quien abrió la veda a finales de los 90. Dejó el filial en Tercera división para enrolarse a las órdenes de Mané, que ese mismo año ascendió al equipo a la máxima categoría con una exhibición en Copa, además, que se llevó por delante a conjuntos de renombre como el Oviedo, el Deportivo de la Coruña y el Real Madrid, entre otros. La participación aquella temporada del jugador de Arana fue más que notable. Con el tiempo darían también el salto Asier Salcedo, Igor Martínez y Óscar de Marcos, alaveses que por distintos motivos tuvieron que continuar sus carreras lejos de Vitoria.

Desde entonces, la afición albiazul ha permanecido huérfana y aletargada a la espera de un canterano al que poder abrazarse. Una sensación que la pasada temporada se disipó en parte con el brillante ascenso de categoría tras cuatro años de peligrosa angustia en Segunda B, obra de otro vitoriano de Ariznabarra como Natxo González. Durante aquellos meses, sin embargo, se fue fraguando la historia de un chaval de 17 años que ya comenzaba a llamar a la puerta. Con cierta cautela, cierto, pero con la insistencia de un joven llamado a vestir algún día la camiseta del Deportivo Alavés. Coincide todo su entorno deportivo en que las condiciones le avalan, que su portentoso físico recuerda, por momentos, al de Martín Pulpo Astudillo, aquel incansable medio argentino que adquirió por méritos propios el rango de pulmón en el Alavés de la final de Dortmund.

Galilea, se insiste, tiene mucho del argentino -aún hoy en activo- cuando se le sitúa en el centro del campo, pero también con el txuri urdin Iñigo Martínez si se le retrasa a la posición de central. Al margen de eso habría que añadir otra cuestión sustancial en los tiempos que corren. Y es que el chaval, a priori, aseguran que tiene bien amueblada la cabeza. Salvo un episodio "infantil" el día que El Glorioso logró el ascenso en Mendizorroza ante el Jaén -enarboló una pancarta de corte político-, el resto de su comportamiento siempre ha sido intachable. Con estos mimbres, Einar Galilea debutó el pasado sábado en Segundo a la edad de 18 años. Ocurrió en Soria, en el estadio de Los Pajaritos y durante un tiempo testimonial (60 segundos), ya que su salida al terreno de juego únicamente sirvió para arañar unos segundos al reloj. El Deportivo Alavés sumó ante el Numancia la segunda victoria de la era Mandiá, mantuvo a cero su portería e hizo debutar en Segunda a un joven de Vitoria desconocido para la grada albiazul que unos meses antes ya había debutado con el primer equipo frente al Izarra. Fueron entonces 16 minutos los que Natxo González le concedió en un choque intrascendente que cerraba la fase regular del grupo en 2ª B.

personalidad

¿Falta de ambición?

Para entonces, el vitoriano se había pasado más de media vida entre los campos de Ibaia y la ciudad deportiva de Betoño. Sus primeros escarceos con el balón, no obstante, los tuvo en el colegio Antonio Forniés, de cuyo patio de recreo dio el salto poco después al Club Deportivo Lakua. Siendo zurdo cerrado como era y con una destreza impropia entonces para su edad fue cuestión de tiempo que terminara fichado para la pirámide del Deportivo Alavés. Todos los informes técnicos apuntaban a un chaval "distinto" al resto que destacaba por "un manejo interesante" con la pierna izquierda, de modo que terminó como albiazul en su conjunto alevín. Progresaría después en el resto de los equipos del fútbol base hasta que en juveniles, ya la pasada temporada, el fútbol profesional llamó a su casa. Una llamada de Natxo González le permitió conocer los entresijos de un vestuario y unos jugadores profesionales que sin embargo tampoco le deslumbraron lo que cabría esperarse. Aseguran en su círculo más cercano que Einar es un "feliciano", un chaval que en mayo cumplirá 19 años y que disfruta como un "enano" jugando al fútbol, algo que no suele exteriorizar en demasía y que provoca en ocasiones las contradicciones propias del fútbol profesional. "No es que Einar no sea ambicioso, es que su forma de ser es ésta, tranquila y pausada, pero con una ilusión tremenda", explica uno de sus amigos. Es precisamente esta línea de calma y sosiego que tan bien predica el actual seleccionador nacional, Vicente del Bosque, la mejor arma del joven canterano para intentar lograr un hueco en el primer equipo. "Con su personalidad es difícil que se agobie o se vea superado por las circunstancias, algo que muchas veces le permite aguantar la presión como si fuese un veterano", añade otro técnico de la casa.

De su excesiva bondad cuando se viste de corto da idea una anécdota que el propio jugador protagonizó en juveniles, cuando en los minutos finales de un partido fue sustituido para perder tiempo en favor de su equipo y cruzó el campo de un extremo a otro "como si le fuera la vida", recuerda con humor un compañero de aquel vestuario.

Magisterio infantil

Prácticas o entrenamiento

A estas alturas de la película, los mimbres del hijo de Araceli son así de transparentes. Los de un chaval normal que nunca ha hecho gala de ínfulas de estrella ni ha mostrado deseos inmediatos por conducir un deportivo. Ni fama. Tampoco es Einar, y ahí también se sale de la norma, un lector diario de prensa deportiva ni ha profesado nunca admiración alguna por futbolistas de renombre. Lo suyo es otra cosa; ni buena ni mala. Una forma de entender la vida deportiva donde cultiva otro tipo de aficiones más alejadas del foco público como la fotografía, por ejemplo, que se destapa como una de sus pasiones. O la Súper Manager, esa especie de liga virtual de baloncesto -es un gran seguidor del Baskonia- que actualiza cada semana entre ducha y masaje con amigos como Viguera, Guzmán o Beobide. Los libros tampoco han caído en saco roto en el día a día de este joven, algo demasiado frecuente en futbolistas imberbes a los que el fútbol, quizá, reclama demasiado pronto. Einar estudia en el campus de la UPV en Vitoria segundo curso de Magisterio infantil, una responsabilidad que la pasada temporada ya le obligó a elegir entre los entrenamientos matinales a las órdenes de Natxo y las prácticas en un colegio de la capital. ¿Saben qué hizo? Pues eso. Einar Galilea en estado puro.

En este contexto, su participación en el filial albiazul es ya pura rutina. Desde que comenzó la pasada temporada lo ha jugado prácticamente todo -18 de 20 partidos-, una puesta en escena que, a priori, ha llamado la atención de Juan Carlos Mandiá, un técnico forjado en la cantera del Real Madrid que, dadas las circunstancias del equipo, está por ver qué peso concede a jugadores del piso de abajo como Einar. El chaval está pidiendo a gritos una oportunidad de verdad, no un momento anecdótico para la historia como el del sábado en Soria. Se sabe capaz y se muestra tranquilo, así que es el club quien debe mover ficha ahora. La grada, mientras tanto, aguarda expectante.