vitoria. Por si no tuviera ya pocos problemas a estas alturas del año, al Deportivo Alavés también le tocará lidiar a la vuelta de las vacaciones -la plantilla está convocada el próximo sábado 28, en doble sesión- contra un enemigo tan frío como impersonal: la estadística. Normalmente una ensalada de datos y cifras a la que jugadores, técnicos, periodistas y aficionados suelen tender cuando las cosas vienen bien o mal dadas. Al Alavés, en este caso y para su mala suerte, los números históricos no sólo no le van a hacer ningún favor, sino que puede darse el caso de que aumenten aún más la presión sobre un plantel que empieza a dar muestras de agotamiento desde lo más bajo de la clasificación. Cumplido el primer tercio liguero y con una destitución -la de Natxo González- ya en su debe, ocupa en estos momentos el conjunto albiazul (jornada 19) el último puesto de la tabla. Por detrás de Barcelona B, Girona y Castilla, y a sólo cuatro puntos de la salvación, cierto, pero con unas preocupantes sensaciones y, sobre todo, unos guarismos defensivos que no invitan al optimismo. A estas alturas del año el Alavés ha encajado ya 31 goles (1,6 goles por partido de media), lo que le convierte, tristemente, en el conjunto más goleado de la categoría. Para hacerse una idea de la gravedad basta echar un vistazo a la fría estadística, que en este mismo apartado demuestra, por ejemplo, que el Deportivo Alavés de la temporada 97/98, el del regreso a Primera División con Mané al frente, el equipo terminó la temporada con 82 puntos y sólo 25 goles en contra. Un dato espectacular para justificar, entre otros, aquel campeonato.

El tiempo para El Glorioso ahora, en cambio, es bien diferente, y sólo pasa por mantener la categoría. Un ejercicio de vital transcendencia para garantizar el proyecto gestionado por Josean Querejeta, que pasa, sí o sí, por mantener la categoría y evitar el descenso, de nuevo, a las catacumbas del fútbol español.

Un 'enfermo' que agoniza Así están las cosas por Mendizorroza y así las debería vislumbrar una directiva encabezada por Fernández de Trocóniz que en estos momentos trata de aplicar medidas de urgencia para contener la hemorragia de un enfermo que se muere. Y esto sí que es pura estadística, porque las últimas dos ocasiones en las que el Alavés perdió la categoría, ocupaba, como en estos momentos, el puesto de farolillo rojo de la clasificación. Ocurrió así, por ejemplo, en la temporada 2005/2006, la segunda del ucraniano Piterman al frente. Un año después de haber devuelto al equipo a lo más alto se precipitó otra vez a la categoría de plata luego de una temporada trufada de despropósitos por la que desfilaron técnicos como Chuchi Cos, Juan Carlos Oliva y Mario Luna. Aquel plantel, que descensió con 39 puntos en el puesto 18º, ya ocupaba el farolillo antes del parón de Navidad. Justo igual que ahora.

¿Casualidad? Tres temporadas después volvió a repetirse la historia, sólo que con un desenlace aún peor, el descenso a Segunda B, un escenario que tuvo lugar en la temporada 2008-2009. El equipo, gestionado aún por Piterman, perdió la categoría con 43 puntos, pero ya en la jornada 19 ocupaba también el último puesto de la clasficación.

Existe un tercer descenso en la era moderna donde el equipo, al menos, no partió tras las vacaciones de Navidad con la losa del descenso sobre su espalda. Esa temporada corresponde a la 2002-2003 en Primera División, que inició Mané y terminó el difunto Txutxi Aranguren. El Alavés perdió entonces la categoría con 35 puntos (puesto 19º), pero a estas alturas de la temporada disfrutaba de una holgada undécima posición.

el equipo, falto de ilusión Por si hubiera alguna duda del peso que la mochila del descenso tiene a estas alturas del año y su posterior influencia en el devenir de la temporada, ahí está de nuevo la estadística para confirmarlo. Y el ejemplo de las últimas tres temporadas en Segunda División es revelador, al menos para los equipos que coquetearon con los puestos más peligrosos. Según los datos de estas campañas, de los doce equipos que bajaron de categoría -cuatro por temporada-, la mitad de ellos ya estaba en puestos de descenso a estas alturas del año, lo que evidencia la extraordinaria dificultad a la que se enfrenta el actual Alavés, a cuatro puntos de la salvación pero con un mar de dudas por delante que no va a tener más remedio que afrontar.

Y ante semejante panorama son demasiadas las incógnitas que genera un proyecto que en estos momentos se muestra incapaz de contagiar entusiasmo, que resulta demasiado predecible ante el conjunto rival -lo del Eibar del pasado sábado es sólo una muestra-, que adolece de liderazgo y espíritu defensivo, que resulta demasiado dependiente de los goles de Viguera, que apenas construye en la medular y que, en definitiva, ofrece muy pocas prestaciones en el centro del campo para garantizar tímidas fases de juego.

Este es el contexto que hace tres semanas decidió asumir el gallego Juan Carlos Mandiá cuando se hizo cargo del primer equipo tras la llamada de Javier Zubillada, el secretario técnico responsable de la actual plantilla así como de la destitución del vitoriano Natxo González, con el que nunca tuvo el menor feeling. Agotada, por tanto, la bala del entrenador, se espera que la presión recaiga ahora sobre el propio Zubillaga, al que la afición ya ha comenzado a cuestionar. La empresa no es sencilla. Recalca Mandiá que 50 puntos serán suficientes para cumplir el objetivo, pero la estadística otra vez resuelve lo contrario. Dos de los cuatro equipos que bajaron a Segunda B en la 2009/2010 -Cádiz y Murcia- lo hicieron con esa misma cantidad.