Vitoria. Dicen que los mayores peligros acechan siempre en las situaciones que menos lo aparentan, porque cuando la amenaza resulta evidente todo el mundo está prevenido. Sin embargo, cuando no se ve venir, el efecto sorpresa suele provocar grandes masacres. El fútbol no es una excepción a esta máxima y, por eso, muchos jugadores aparentemente frágiles, que pasan desapercibidos al lado de otros de mucha mayor presencia, acaban ajusticiando a todo aquel que se cruza en su camino. Bien es verdad también que se trata de una especie cada vez en mayor peligro de extinción por cuanto la modernización del fútbol ha derivado en la generación en serie de atletas que le dan patadas a un balón en lugar de futbolistas pero no lo es menos que los que sobreviven acostumbran a deleitar con su arte semana tras semana.

Pues bien, uno de estos supervivientes, un ejemplo perfecto de aniquilador invisible, amenazará al Deportivo Alavés en su intento de continuar adelante en la Copa del Rey. Claro que el conjunto albiazul cuenta con la ventaja de conocerlo perfectamente -y por lo tanto estar avisado de su peligro-, ya que hace no demasiado compartieron el mismo escudo.

Y es que no es otro que Alejandro Castro Fernández, Jandro, que durante los ejercicios 2005-06 y 2006-07 defendió la elástica albiazul. Desde hace cuatro temporadas, se encuentra enrolado en el Girona -rival vitoriano mañana en la tercera ronda del torneo del K.O.- y se ha convertido en un pilar fundamental del crecimiento del combinado catalán, que a punto ha estado de lograr el ascenso a la Liga de las estrellas.

Precisamente por eso y por su prácticamente irrepetible manera de pensar y ejecutar el fútbol, la escuadra gerundense ha notado sobremanera su ausencia. Un ayuno al que puso fin el pasado sábado cuando, a los 69 minutos del encuentro ante el Murcia, sustituyó a Jofre. En la Nueva Condomina, volvió a sentirse futbolista después de mucho tiempo. Demasiado sin duda para un artista del césped como él y para su equipo, huérfano por completo de la calidad y la sangre fría que destilan sus botas.

Más aún, cuando el motivo de su ausencia no era aparentemente grave. Todo se remonta al pasado mes de abril cuando, al final de un entrenamiento, Jandro se quedó junto a otros compañeros a ensayar penaltis. En uno de esos lanzamientos surgió la desgracia y se produjo la lesión en la inserción del tendón del recto femoral de la pierna derecha. En principio, se le diagnosticaron de cuatro a seis semanas de baja. Aunque se alargó algo más, Jandro reapareció en los play off de ascenso. Sin embargo, el dolor persistía y se mantuvo hasta el inicio de la pasada pretemporada.

Nuevos estudios médicos descartaron el paso por el quirófano y aconsejaron el tratamiento conservador pero la recuperación no terminaba de llegar y, semana tras semana, el mediapunta asturiano debía observar a sus compañeros desde la grada. Hasta que por fin el pasado fin de semana comenzó a ver la luz al final del túnel. La reaparición no vino acompañada de un buen resultado (el Girona perdió 1-0 en Murcia) pero supone el primer paso para volver a caminar con normalidad.

Y es que a sus 34 años y con todo el poso que aportan sus muchas batallas vividas sobre los terrenos de juego, Jandro es la gran referencia del combinado catalán tanto dentro como fuera del campo. Elegido capitán por sus compañeros y renovado el pasado verano hasta 2015 está dispuesto a continuar en la brecha -"tengo cuerda para rato", confiesa- siempre que la condición física le acompañe.

Seguramente la visita que rendirá mañana el Deportivo Alavés a Montilivi sea demasiado prematura para que pueda destilar su mejor esencia pero bien haría la escuadra albiazul en no confiarse porque ese es precisamente el territorio favorito de un cazador invisible como el jugador asturiano.