Vitoria. Tras un verano de fuegos artificiales, declaraciones cruzadas y muestras de evidente mala sintonía entre las partes, el Deportivo Alavés ha decidido dar un golpe sobre la mesa con la amenaza de ruptura de relaciones con el Athletic, una amenaza que todo hace indicar que se puede convertir en no mucho tiempo en una realidad ya que no parece muy probable que desde Ibaigane se vaya a rectificar un ápice la que viene siendo su tradicional política de actuación y que ha llevado al club bilbaíno a granjearse no pocas enemistades. Y es que desde las oficinas del Paseo de Cervantes se ha optado por dar un paso que con anterioridad ya habían afrontado tanto Real Sociedad como Osasuna. Nada nuevo bajo el sol futbolístico vasco: el Athletic pretende controlar bajo su manto el mayor número de futbolistas posible dentro de las fronteras de Euskal Herria -y para ello lleva a cabo importantes inversiones económicas-, mientras que al resto de clubes vascos no les hace ninguna gracia que los bilbaínos campen a sus anchas por sus respectivos territorios y que traten de llevarse a Lezama a todos los valores que despunten.
La actual amenaza de romper las relaciones con el Athletic por parte del Alavés supone la culminación a un proceso en el que el trato entre ambos clubes se ha ido degradando de manera sistemática a lo largo de los últimos meses. El punto de partida hay que situarlo en el nuevo convenio suscrito entre El Glorioso y el Aurrera, con el que el club rojillo ponía punto final a una histórica relación de años con Ibaigane. Curiosamente, fue el propio club bilbaíno el que se adelantó a la hora de comunicar que el Aurrera abandonaba su órbita para pasar a estar bajo el control albiazul, lo que ya dejaba bien a las claras que el cambio no había sentado para nada bien en Bilbao.
Y es que la relación entre Athletic y Aurrera iba bastante más allá de un convenio de colaboración. Olaranbe se había convertido en la base de operaciones del club vizcaíno en Álava y la pérdida del pacto con una entidad como la de Puente Alto que cuenta con unas infraestructuras muy importantes, técnicos de calidad y una destacada cantidad de jugadores, y en el que además desde Ibaigane se había invertido mucho dinero, suponía un golpe a la línea de flotación de la política de cantera rojiblanca, que perdía uno de sus bastiones y el principal en tierras alavesas.
Esa tirantez inicial se convirtió ya en tensión cuando el Alavés llamó a las puertas del Athletic en verano para tratar de obtener la cesión de alguno de los jugadores que no iba a entrar en los planes de Ernesto Valverde para la presente temporada. El caso más llamativo fue el de Unai Albizua, pero lo cierto es que la dirección deportiva albiazul se interesó por unos cuantos jugadores que finalmente acabaron encontrando diferentes destinos, ninguno de ellos con final en Vitoria.
La situación de Albizua fue especialmente delicada al manifestar el central laudioarra su deseo de jugar en el Alavés, lo que chocó frontalmente con las intenciones de su club, que exigió como compensación una cantidad monetaria superior a la que se pretendía ofrecer desde Vitoria. Acusó entonces Javier Zubillaga al Athletic de no facilitar el trabajo a un vecino como el vitoriano al mismo tiempo que el club bilbaíno concretaba cesiones a otros clubes a un coste bastante inferior que el que reclamaba en el Paseo de Cervantes. Y, para terminar de rizar el rizo, el propio presidente rojiblanco, Josu Urrutia, cerró la cuestión con un claro menosprecio hacia la entidad vitoriana al señalar que por Albizua "no había percibido ningún interés evidente" por parte de ningún club. Finalmente el central se quedó en la disciplina del primer equipo, con el que aún no ha debutado.
Hasta ahí los roces, dialécticos incluidos, no habían pasado a mayores, pero ha sido a lo largo de los últimos días cuando esos chispazos se han convertido en un incendio de dimensiones considerables. Y, en el fondo, de nuevo el convenio con el Aurrera. Y es que el Athletic utilizaba las instalaciones de Olaranbe para desarrollar sus escuelas de tecnificación en Álava y muchos eran los jóvenes jugadores rojillos que participaban en las mismas. Los responsables rojiblancos han querido mantener su modus operandi y ahí han chocado directamente con el club vitoriano, que considera que esos niños se encuentran ahora bajo su paraguas. Para redondearlo todo, una carta a los padres de los chavales en la que el Alavés se considera ultrajado y menospreciado ha sido la que ha determinado esa amenaza de ruptura de relaciones que parece cosa hecha.
Desde el Paseo de Cervantes se exige al Athletic una rectificación a esas palabras y desde Ibaigane de momento el silencio es la única respuesta. Josu Urrutia afronta esta tarde la Asamblea General Ordinaria del club y en ese escenario se podría tratar un asunto espinoso que lleva camino de enquistarse definitivamente.