Murcia. Dice el refrán que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra y el Deportivo Alavés está mostrando en este arranque de curso una versión excesivamente terrenal. Sus males son tan conocidos que está claro que todos sus rivales los estudian a la perfección. También es evidente que en los entrenamientos semanales Natxo González está haciendo incidencia sobre ellos. Pues no hay manera, la moneda siempre sale cruz. Y es que las jugadas a balón parado se están convirtiendo en el particular martirio de un equipo que, por otra parte, es solvente, peleón, trabajador y al que no le faltan ocasiones. Pero es tanta la sangre que se le está perdiendo por esa herida que su pundonor no es suficiente como para mantenerse en pie. De nuevo en Murcia dos acciones de estrategia, la primera con fortuna y la segunda de juzgado de guardia, dieron al trates con las opciones de un equipo que volvió a perder tras tres empates consecutivos.

De inicio, y con el 4-4-2 planteado por Natxo González con Emilio Sánchez escorado a la izquierda, el Alavés consiguió crear bastantes acciones de peligro a través de las cabalgadas de un Vélez muy peleón. Se encontró el cuadro albiazul con un oponente que no ejercía la esperada presión asfixiante hasta bien entrada la línea de tres cuartos y en ese tramo inicial el balón circuló con cierta soltura. Eso sí, también había que preocuparse, y mucho, de cubrir bien las espaldas. Sobre todo un lateral izquierdo en el que Manu García sufrió de lo lindo con el incisivo y vertical Tete, todo un puñal que buscó cortar una y otra vez la zaga con sus internadas. El extremo procedente del Albacete fue el que más peligro creó en ese tramo inicial, aunque las coberturas de la zaga vitoriano achicaron balones sin que Goitia tuviese que emplearse.

El problema llegó cuando el Murcia adelantó su línea de presión y el equipo de Natxo González comenzó a evidenciar graves problemas en la salida con el balón jugado desde atrás. Algunas acciones temerarias combinadas con errores en la entrega dieron lugar a recuperaciones de los murcianos con pocos metros por delante. Amenaza constante en el área, peligro en los remates y sucesión de acciones a balón parado que tuvieron como colofón un cabezazo de Acciari al larguero ante un Alavés impotente y que zozobraba cada vez que tenía que conducir el esférico.

Encontró la solución el técnico vitoriano dándole una vuelta al sistema y transformándolo en un 4-3-3. Con la posición de Emilio Sánchez más centrada sobre el césped, el equipo ganó muchos enteros con el balón en los pies y de nuevo en el tramo final de la primera parte volvió a generar sensación de peligro con las llegadas de Rubio en profundidad por la banda derecha y la siempre amenazante presencia de un Vélez, también en ese flanco diestro, incansable.

Dio muestras de haberse asentado el Alavés antes del paso por los vestuarios, pero a la vuelta se encontró con el mal fario. Una falta lateral del Murcia que no encontró rematador dio paso a un centro pasado de Mauro para la entrada en solitario de Saúl, cuyo buen remate tropezó en las piernas de Luciano, que metió gol en propia puerta. El colmo de la mala suerte para un equipo al que el mal fario no quiere abandonar.

Por fortuna, el gol no fue un golpe decisivo. Muy al contrario. Se repuso con celeridad el equipo vitoriano y firmó una rápida y furibunda reacción que se vio completada en apenas cinco minutos con un gol de Manu García en el que mucho tuvieron que ver la presión de Vélez y el buen servicio de Guzmán en uno de los primeros balones que tocó el extremo en condiciones.

Tras conseguir la igualada volvió a ceder metros el Alavés en busca de una contra mortal, pero en las ocasiones que tuvo no fue capaz de rematar el partido y acabó cayendo en las garras de un Murcia que se aprovechó de nuevo de la debilidad defensiva de los vitorianos a balón parado para llevarse los tres puntos con un gol de Kike cuando todo parecía indicar que las tablas iban a campar de nuevo en el marcador. La piedra no se aparta del camino y este Glorioso se empeña en tropezar con ella sucesivamente sin poner solución a los problemas que le ahogan y le desangran.