Vitoria. LA búsqueda de la excelencia suele quedar anulada cuando el premio se atisba ya en el horizonte. Ningún nadador piensa en dar la brazada perfecta en los últimos metros. Ningún piloto busca la vuelta rápida en las últimas curvas. Ningún equipo quiere trenzar la jugada más bella para sumar un gol en una final. Les vale con una brazada sucia, un derrape fuera del circuito y un gol de penalti en el último minuto. Algunos incluso se conforman con menos. Y lo hacen, porque, en el fondo, nadie recordará cómo alcanzaron la gloria. Recordará que la alcanzaron. El Alavés fue ayer ese nadador, o ese piloto. El conjunto albiazul, atenazado un poco por la presión y otro poco por un planteamiento demasiado conservador, cuajó una primera parte de esas que llevan a sus seguidores a tirarse de los pelos ante la aparente pasividad general. Como ha venido realizando durante toda la temporada en las citas de mayor calado, Natxo González ideó sus piezas sobre el tablero jienense con una disposición marcada por una línea de tres centrales (Javi Hernández, Luciano y Agustín) y una búsqueda del gol más por fortuna que por método.

El tiempo pasaba y la escuadra vitoriana apenas creaba peligro en el área rival, aunque el Jaén de Manolo Herrero tampoco acongojaba en demasía la portería de Iván Crespo. Habría de llegar el minuto 38 de la primera parte para que los espectadores presentes en el estadio de La Victoria contemplaran el gol del Jaén en un córner rematado de cabeza por el local Servando. Un remate entre los tres palos que, a la postre, sería prácticamente el único que ambas aficiones pudieron llevarse a la boca durante todo el partido. El descanso sirvió para que Natxo González reposicionara sus piezas en busca de una táctica similar, pero con distintos peones. La entrada de Guzmán mejoró el juego albiazul en la segunda parte. O al menos lo hizo durante los minutos que el Jaén lo permitía. El tiempo transcurría ante la desidia local y la inoperancia visitante y al final, por mucho que el equipo vitoriano mejorara su juego en la segunda mitad, el Alavés se despidió de Jaén con un único disparo a puerta claro durante los noventa minutos: el penalti que Borja Viguera encajó en la portería jienense en el tiempo de descuento. El ariete nacido en Logroño hizo que todo aficionado albiazul contuviera el aliento durante un par de segundos, pero su tiro desde los once metros acabó donde debía. El objetivo marcado por Natxo González, volver a Vitoria con un gol, era una realidad. Nunca nadie hizo tan felices a tantos con tan poco.