vitoria. Traspasar el umbral de la puerta de la casa de Asun Gorospe en como entrar en un templo del alavesismo. Junto a las fotos de su familia, las instantáneas propias viviendo diferentes episodios de la historia del club y diversidad de recuerdos y adornos con los colores azul y blanco. La pasión ha ido lejos, muy lejos, a lo largo de casi siete décadas. Ahora disfruta de la vida de quien ya ha trabajado lo suficiente como para disfrutar del mundo, pero hubo un largo tiempo en el que la pasión había que asociarla con la obligación, que en su figura tenía forma de bar, del Bar Deportivo Alavés, como no podía ser de otra manera en su caso.

"Para mucha gente podría suponer un esfuerzo, pero la verdad es que para mí no lo era. Muchas veces, cuando tocaba jugar fuera, me levantaba a las dos de la mañana y bajaba al bar a preparar los pintxos y dejarlo todo listo. Luego, a las cuatro o las cinco me marchaba a coger el autobús. Unas cuantas horas de viaje, ver el partido, sufrir y de vuelta para casa porque había que preparar otra vez todo en el bar para el día siguiente", relata.

En aquellos años se escapaba del trabajo como también en varias ocasiones salió a la carrera de comuniones o bodas para ver un partido. "En una boda en Bilbao fui a cambiarme para irme, volví a la mesa y cuando me levante todos me empezaron a cantar Bravo equipo albiazul... ¡Yo que me quería ir de forma discreta y resulta que todo el mundo se había enterado!", recuerda.

Esa pasión por el Alavés le ha llevado a conocer a mucha gente relacionada con el mundo del fútbol, seguramente lo mejor, lo que se guarda en la memoria: "Te quedas con los amigos y con la gente que conoces. Cuando pierde el Alavés me dice mucha gente que se acuerda de mí. Y también cuando gana me llaman para felicitarme. Tengo muchos amigos gracias al fútbol".

Después de tantos años de experiencia, lo que le llena de alegría a Asun es que los más jóvenes estén ahora cogiendo el relevo de los que ya acumulan décadas de experiencia en las gradas de Mendizorroza y destaca el sensacional ambiente que están creando las peñas en los partidos en casa.

"Ahora veo mucha gente joven muy maja. Estos chicos parece que se entrenan en algún sitio para cantar porque parecen un coro. Los demás somos un poco más sosos, pero cuando ellos nos animan ahí nos sumamos. El otro día lo de hacer la ola creo que quedó preciosos. No me acordaba de haberla hecho nunca en Vitoria", se congratula una Asun que en San Mamés hace apenas veinte días vivió una tarde memorable.

"Yo en Laredo estoy con todo bilbaínas y si subimos ni te cuento el verano que les voy a dar. Lo malo que me va a tocar invitarlas, pero eso no me va a doler", asegura.

Por si acaso, como cada año ya le dejó a San Prudencio el pasado 28 de abril un ramo de flores azules y blancas a los pies. Y en su casa, cerca de la ventana, tiene ya preparado un tiesto enorme lleno de papelinas azules y blancas con las que espera agasajar al equipo desde su balcón de la Virgen Blanca celebrando el ascenso.