decía Natxo González hace unos cuantos meses que mantener el primer puesto durante toda la temporada iba a suponer un ejercicio de enorme desgaste mental para el Deportivo Alavés y el conjunto vitoriano parece haber comenzado a pagar esa factura psicológica en sus últimos compromisos. Esa obligación de no fallar nunca, de tener que ganar cada semana y ese tufo a fracaso que supondría no conservar lo que se ha venido labrando durante tanto tiempo se han convertido en una pesada carga que hay que saber gestionar para que no acabe explotando en las cabezas de unos jugadores que van a tener que afrontar una presión brutal en lo que queda de temporada. De mantener la cabeza fría van a depender, en gran parte, las opciones de éxito de este equipo.
Desgraciadamente, se ha instalado en el alavesismo una sensación de nerviosismo que ayer acabó pasando factura a un equipo que se vino abajo cuando más controlado tenía el partido. Tras una primera parte primorosa culminada con un gol y un buen inicio de la segunda en la que no llegó la sentencia, el equipo se metió de lleno en el túnel del miedo. Donde debía primar la cordura campó a sus anchas la locura y se sucedieron varias acciones de peligro por parte del Zaragoza B que hicieron que una parte del público, pequeña pero bien audible, recurriese al silbido para mostrar su disconformidad. Un cuarto de hora duró este episodio que bien caro pudo haberse pagado si el filial maño aprovecha alguna de sus buenas oportunidades.
Casi al mismo tiempo que zozobraba el Alavés en Mendizorroza, el Eibar remontaba su partido en Ipurua y es esa presión por parte de los armeros la que puede propiciar nuevos episodios de nerviosismo en el seno de un equipo que pese a su excelente temporada no ha conseguido un margen de seguridad cómodo para afrontar las jornadas finales con tranquilidad.
Y es que todo lo que sea perder el primer puesto en el tramo final se convertiría en un varapalo tremendo para el club. Ahora el que más tiene que perder, el que más se juega, es el Alavés. Y para conseguir ese objetivo por el que tanto tiempo lleva peleando ha de evadirse de los nervios.