Vitoria. La que hoy es la ciudad deportiva alavesista nació en la década de los ochenta en unos terrenos que eran por entonces propiedad del presidente Juan Arregui. Un campo de hierba, el que hoy sigue siendo el principal, y otros dos de tierra y unos vestuarios supusieron los cimientos del que hoy es el complejo que sustenta los entrenamientos de todos los equipos del club. Mucho han cambiado las cosas en cerca de treinta años y en ese paso a la modernidad la figura de Gonzalo Antón es fundamental para entender la estructura de las actuales instalaciones.
Fue en mayo de 2002 cuando el Alavés dio un salto de calidad relevante a la ciudad deportiva de Ibaia, -adquiridas mediante compra por parte del club a los herederos de Juan Arregui- desde entonces bautizada como José Luis Compañón en homenaje al histórico directivo. Los dos antiguos campos de tierra se convirtieron en uno de hierba natural y otro de césped artificial, se mejoraron los vestuarios y se construyó un gimnasio -posteriormente se añadiría un tercer edificio que ahora es sala de reuniones y almacén-, se mejoraron los accesos y la cafetería.
Además, se procedió a la adquisición en alquiler de unos terrenos colindantes y a una altura superior al recinto inicial, en los que se construyó un nuevo campo de hierba natural y un segundo parking destinado al público en general, dejando otra zona de aparcamientos en la estructura original de uso privado para el club. En total, la inversión superó los dos millones de euros y se conseguía complementar de esta manera las Ciudad Deportiva El Glorioso, las instalaciones de Betoño que por aquel entonces también eran propiedad del Alavés y que ahora, tras muchos tiras y aflojas, son de uso municipal.
Desde aquella remodelación, Ibaia apenas ha sufrido variaciones en su estructura. Y eso que intentos de cambiarla ha habido unos cuantos. Por ejemplo, la idea del propio Gonzalo Antón de erigir un complejo multidisciplinar con campos de fútbol, una residencia para la tercera edad, un museo del vino, un hotel de congresos, un campo de golf de 18 hoyos, una zona de ocio con restaurantes temáticos y gimnasio, un apartahotel y una residencia para ejecutivos junto a una zona de edificios inteligentes. El ambicioso proyecto no vio luz verde por la necesidad de una inversión económica mayúscula y también de recalificación de terrenos, como tampoco las peregrinas ideas de Dmitry Piterman, que expresó su intención de poner techo al actual campo de hierba artificial o habilitar una zona cubierta para ofrecer desayunos.