vitoria. Si hay un encuentro apuntado en rojo en el calendario para dos integrantes del Deportivo Alavés como Óscar Rubio y Jaume Delgado será, posiblemente, el de este sábado en Mendizorroza con mucho en juego a nivel clasificatorio. Ambos vistieron en su día la elástica del rebautizado Lleida Esportiu, próximo adversario liguero albiazul que trata de asomar la cabeza tras declarar en julio de 2010 un concurso de acreedores que conllevó la liquidación de la Unió Esportiva, la anterior denominación para un club que vivió sus momentos más gloriosos en la década de los 90 con su ascenso a la máxima categoría.

El lateral derecho de Natxo González -ilerdense de nacimiento- encontró la estabilidad en el conjunto de su ciudad natal entre 2002 y 2007 antes de comenzar un intenso periplo por otros lugares incluso del extranjero. Por su parte, el mediocentro hizo lo propio desde 2008 hasta el pasado verano cuando decidió desestimar la propuesta de renovación de la secretaría técnica catalana para enrolarse en el ambicioso proyecto vitoriano que persigue denodadamente el objetivo del ascenso.

Ambos vivieron la triste agonía de la Unió Esportiva durante su etapa más turbulenta de la historia que acabaría como el rosario de la Aurora. En un caso que reviste cierta similitud con el vivido por el Alavés, una insoportable deuda próxima a los 30 millones de euros estrangulaba la economía de uno de los históricos del fútbol estatal. De ahí que el equipo al que pertenecieron ambos apenas dispusiese de margen para el crecimiento. Después de que los anteriores responsables de la entidad ilerdense no presentasen en el juzgado mercantil ni la propuesta de convenio con los acreedores ni el plan de viabilidad de la institución, los administradores concursales instaron al juez a decretar la desaparición de la sociedad poniendo fin a 72 años de historia. Después de que saliera el club a subasta, un nuevo grupo inversor liderado por Albert Esteve asumió las riendas de la nave adoptando como primera medida el cambio de la denominación del equipo, conocido desde el verano de 2011 como Lleida Esportiu.

A Óscar Rubio le unen unos lazos especiales con el que será el siguiente obstáculo alavesista por otro motivo. Más allá de ser el equipo de su ciudad y que le vio crecer como profesional, su padre escribió una parte fundamental de la historia de la Unió Esportiva. No en vano, Miguel Rubio fue jugador y capitán de uno de los equipos más gloriosos durante las décadas de los ochenta y los noventa que incluso llegó a hincar el diente al mismísimo Real Madrid en el Camp d'Esports. De hecho, tomó parte activa sobre el campo en los dos ascensos desde Segunda B a Primera División en el año 93. Tras ser nombrado entrenador por la cúpula directiva, el progenitor del defensa babazorro también consiguió otra gesta con el ascenso a Segunda A en el año 2004. De ahí que el de este domingo vaya a ser "un partido especial" que le pone la piel de gallina a un futbolista indestructible que ha disputado los últimos 38 partidos posibles ataviado con la elástica albiazul, siendo inmune a las lesiones y las sanciones tan habituales en estos casos.

"Es el equipo en el que me he formado y estado toda la vida, desde benjamines hasta que estuve tres años en la primera plantilla. Es la primera vez que me enfrento a ellos y, para mí, será especial. Te acuerdas de tu pasado y de lo que has vivido allí. Pensando en el colectivo, hay que seguir en esta línea tan positiva y sumar tres puntos más", destacó ayer el protagonista tras el entrenamiento matinal celebrado en las instalaciones de Ibaia.

Jaume Delgado tampoco ha sido un cualquiera en la historia reciente del Lleida. Durante sus cuatro años de militancia, superó de largo en cada uno de ellos la treintena de partidos ligueros hasta el punto de ser nombrado el pasado ejercicio capitán debido a la ascendencia y el peso específico sobre el resto. El club intentó renovarle por todos los medios hasta que una llamada de Javier Zubillaga, quien le tuvo entre sus manos en el equipo, le disuadió.