Vitoria. Mucho se viene hablando de que este Alavés es un equipo que se ajusta a las mil maravillas a los requerimientos de la categoría. Un concepto ambiguo en múltiples ocasiones, sí, pero aplicable, pese a todo, a las sensaciones que traslada este Glorioso que asume el control en cada uno de los encuentros que disputa. Es rara la ocasión en que los pupilos de Natxo González no se hacen con el mando del partido.
Esta batuta obedece al ying y el yang de todo deporte: defensa y ataque. Existe quien otorga más importancia a uno que a otro. Cuestión de modas. El apogeo del catenaccio en los noventa propició un auge de las defensas superpobladas, de los mediocentros defensivos, de la táctica austera. En tiempos del todopoderoso FC Barcelona, abanderado del juego ofensivo, la posesión y el generar oportunidades en detrimento de la concesión de espacios es tendencia.
No obstante, no se trata más que de eso. Tendencias generales que, inevitablemente, marcan el sentido del fútbol contemporáneo. Ahora, hay que separar entre categorías. Las divisiones inferiores; por la calidad de sus jugadores y la heterogeneidad de sus campos, sobre todo; demandan estilos más férreos. Que otorguen mayor confianza en uno mismo, en el grupo.
Por ello, es creencia general que en categorías como la Segunda División B florituras, las justas. Todo nace desde una adecuada defensa y muchas escuadras basan sus éxitos en poco más que esto. Zagas cerradas y abotargadas, balones largos y mucha brega con el objeto de mantener la portería a cero y encontrar el tanto -con uno sobra- que desequilibre la balanza. Por fortuna para el espectador, este Deportivo Alavés ha sabido amalgamar los preceptos requeridos por los equipos de su categoría y los de divisiones superiores. Un cruce de estilos, todo hay que decirlo, habitual en los equipos punteros de la Segunda B.
Hasta la fecha el grueso de los halagos se los ha llevado los Manu García, Óscar Rubio, Beobide, Jonan, Guzmán... Piezas, sin duda, indispensables para entender el tránsito marcial de este Alavés por la categoría de bronce del fútbol estatal. Aunque muchos han obviado a Miguel, guardián de las ilusiones de las seis mil gargantas que ocupan el graderío de Mendizorroza cada dos fines de semana y del resto de la afición que apoya al equipo desde su condición de simpatizante.
El concurso, hasta la fecha, del meta riojano está siendo simplemente asombroso. Los números avalan al que es el Zamora de la categoría. De todos los grupos de la Segunda B. Francis, portero del Olimpic del Grupo III, ostenta idéntico bagaje y comparte, por tanto, este galardón de manera virtual con el albiazul. Dos goles en diez partidos para una media de 0,2 tantos encajados cada noventa minutos. Estos son los guarismos que manejan los mejores guardametas de la categoría.
El otrora prometedor Sergio Aragoneses (Tenerife) comanda el Grupo I con seis goles encajados en once encuentros (0,55 de media), mientras que David Valle (San Fernando) hace lo propio en el III al haber recogido siete veces el balón de las redes tras haber jugado once partidos (0,64). Cabe señalar la actuación de Paco, meta del Huracán -última víctima copera del Alavés-, quien ha recibido cuatro goles en doce choques (0,33), siendo segundo de su grupo, el tercero, aunque tercero asimismo de la clasificación general.
Dos goles en diez partidos. Y dos goles que vinieron en ese lapsus que propició la primera derrota liguera en Ipurua. "Y si mi abuela tuviera ruedas...", alegarían muchos. También es cierto que ese pequeño trecho ha constituido uno de los escasísimos minutos en que el riojano se ha mostrado franqueable.
El buen hacer de la zaga es crucial para que un Zamora asuma su condición y la del Alavés cumple con este axioma. Pero el última escollo es el meta, Miguel. El más difícil de batir de toda la categoría junto a Francis. Un seguro para el Alavés, el contrapeso final del equilibrio defensa-ataque del líder del Grupo II de la Segunda División B. El guardián de las ilusiones de toda una ciudad.