Vitoria. El arranque de temporada que ha protagonizado el Deportivo Alavés hasta el momento ha provocado, con total lógica, que la ilusión inunde de nuevo todos los estamentos del cuadro de Mendizorroza después de padecer demasiado tiempo de sinsabores. Firmar un pleno de cinco victorias en otros tantos encuentros de Liga -siete si se tienen en cuenta los dos choques correspondientes a la Copa del Rey- únicamente está al alcance de unos pocos escogidos y resulta obligado reconocerle el valor que tiene. Sin embargo, tampoco se debe esconder que la entidad de los rivales que se han visto obligados a hincar la rodilla ante el poderío del plantel de Natxo González se corresponde más con los de la zona baja que con los candidatos a los puestos de honor.
Por ello, el derbi del sábado en Ipurua se presenta como la primera gran reválida a la que se someterá El Glorioso en este curso. Al margen de temporadas mejores o peores, el Eibar siempre es un equipo que exige a su oponente de turno emplearse al máximo de sus prestaciones si desea llevarse los tres puntos en liza. Si a eso se le añade que, junto al Lleida y el propio Alavés, integra el trío de más firmes candidatos a acabar en primera posición del grupo la temporada regular, queda claro que la cita del sábado será una piedra de toque excelente para calibrar la respuesta del cuadro albiazul en situaciones de exigencia.
Todo ello, condimentado con las especiales circunstancias que siempre acompañan a un derbi y las particularidades que impone un terreno de juego como el de Ipurua, en el que la más mínima distracción se paga muy cara y resulta tremendamente complicado plasmar el fútbol combinativo que se ha convertido en seña de identidad del conjunto vitoriano. Además, resultará muy difícil que los jugadores puedan hacer desaparecer de su cabeza los inesperados problemas físicos que han afectado a su técnico durante los últimos días y que todavía está por ver si le permitirán dirigirlos desde la banda.
En cualquier caso, este Deportivo Alavés ha dejado por el camino hasta el momento sobrados argumentos para la confianza en sus posibilidades. Con la portería imbatida todavía en sus comparecencias ligueras y la madurez suficiente para ir madurando encuentros complicados hasta encontrar el momento adecuado para asestar el golpe definitivo, acude a Eibar con fundadas esperanzas de prolongar su estado de gracia.
En caso de conseguirlo, además, disfrutaría del premio añadido de distanciar a uno de sus principales adversarios en la pelea por el ansiado primer puesto a nada menos que ocho puntos cuando aún no se ha disputado ni una cuarta parte del campeonato. Suceda lo que suceda, al menos tiene asegurado que seguirá disfrutando del liderato.