Teruel. Dice el refrán que el que juega con fuego acostumbra a quemarse, posibilidades que se incrementan cuando uno se pone a hacer ejercicios malabares con antorchas incandescentes que amenazan constantemente con no encontrar el camino de regreso a la manos, que tiemblan en el aire y zozobran mucho más de lo debido, que no ofrecen al espectador seguridad alguna de que la exhibición va a acabar sin tener que marcar el número de las emergencias. Todos estos riesgos y alguno más asumió ayer un Deportivo Alavés que, pese a ello, parece parapetado en un particular traje ignífugo que impide que las llamas alcancen su cuerpo. Chispazos tan solo, pero estos no provocan quemaduras y menos de la capacidad mortal de la picadura asesina de este Glorioso capaz de envenenar y dejar vistas para sentencia a sus presas con un solo ataque certero y directo a la yugular que provoca la derrota por K.O.
Desde la salida se reafirmó el Alavés en su misma idea de siempre, una solidez defensiva reforzada todavía más por la inclusión en el once de la pareja formada por Jaume y Beobide. Si ya de por sí son mínimos los espacios que el cuadro albiazul concede a su oponente en zonas de riesgo, la presencia en el doble pivote de esta pareja de cancerberos sirve para rebajar a la mínima expresión cualquier atisbo de creatividad por parte de unos oponentes que bastante tienen que atravesar esa línea de destrucción con algo de resuello en los pulmones para alcanzar, a trancas y barrancas, la siguiente barrera, la del cuarteto defensivo.
Aún así, hubo algo de espacio para la zozobra de la zaga albiazul. Por una parte, por culpa de los constantes errores de Luciano a la hora de despejar balones francos. Por otra, por los cada vez más evidentes problemas de Manu García para solventar sus tareas defensivas, aunque, en este sentido, la presencia de Javi Hernández supone un auténtico seguro de vida por la enorme solvencia mostrada en este arranque de curso.
Así, a través de las llegadas de Nacho Gómez por la derecha y las jugadas a balón parado que consiguió forzar llegaron las principales acciones de peligro de un Teruel que también estaba más preocupado por guardar su ropa seca que por nadar y que apenas llegaba con efectivos suficientes al ataque. Con muchos hombres siempre por detrás del balón, el conjunto aragonés apostó por tratar de sacar petróleo de una acción aislada.
En una línea muy similar se movió el equipo de Nacho González, que trata de partir siempre de la premisa del cero en el marcador propio para tratar de sacar rendimiento máximo de alguna acción de talento propia y de algún despiste del rival. Uno de estos fallos pudo servir para desequilibrar el resultado en el tramo final de la primera parte, pero la falta de acierto de Negredo a la hora de definir el mano a mano ante Catalán echó por tierra la mejor oportunidad de todo lo que se había jugado antes de que el colegiado decretase el descanso.
En esa acción el remate final no fue certero, todo lo contrario que en el sensacional contragolpe que con maestría culminó Barahona. Beobide en la recuperación y salida, Negredo en el pase rápido, Viguera en la conducción y la asistencia perfecta y el extremo en la definición se conjugaron a la perfección para que la mamba albiazul se irguiese poderosa e inyectase el que parecía el veneno mortal para el Teruel.
El golpe, al final, resultó decisivo, pero hubo de remar lo suyo el Alavés para que así fuese. El gol no se convirtió en sinónimo de tranquilidad por culpa de la enemistad que ayer surgió entre los albiazules y el balón, que más que esférico parecía ovalado, saltando de un lado para otro constantemente sin ningún tipo de control. Solo la inocencia ofensiva local, con un remate al palo como mejor ocasión y errores garrafales, evitó que El Glorioso sea achicharrase tras mucho jugar con fuego.