Dice el refrán que cada maestrillo tiene su librillo y desde el primer día de entrenamientos de este nuevo Deportivo Alavés se pudo comprobar la importancia que para Nacho González tienen sus ayudantes en el cuerpo técnico. El entrenador vitoriano es de esos técnicos a los que les gusta delegar parte del trabajo en sus asistentes, de los que no necesitan sentirse en todo momento protagonistas principales en los entrenamientos. Cierto es que el preparador alavesista lleva el peso de las explicaciones, indicaciones y correcciones cuando se trata de ejercicios tácticos, pero las funciones dentro del cuerpo técnico están repartidas y no es siempre Nacho González el que lleva la voz cantante. En este sentido, cuando toca ensayar las jugadas de estrategia, es su asistente y hombre de confianza, Carles Claramunt, el que pizarra en mano se encarga de explicar y organizar a la plantilla para trabajar unas acciones que van a ser realmente importantes a lo largo del presente curso.

Claramunt ha sido la mano derecha de Nacho González tanto en el Reus como en el Sant Andreu, entonces como entrenador de porteros, y su contratación fue la única petición que realizó el técnico vitoriano. Necesitaba un hombre de su máxima confianza para ayudarle a llevar las riendas de la plantilla y nadie mejor como ayudante que quien había sido su compañero a lo largo de seis años en tierras catalanas.

Guardameta durante su etapa como profesional, entre otros, en Nàstic de Tarragona, Balaguer o Reus, donde colgó las botas, Claramunt eligió el deporte como forma de ganarse la vida después de su retirada. Diplomado en Magisterio de Educación Física, cuenta también con los carnés de entrenador nacional, técnico superior en fútbol y técnico superior en dirección y gestión de instalaciones deportivas. Todo ello, unido a su experiencia y a su buen cartel, le reabrió las puertas del Reus para ayudar a un recién llegado Nacho González como preparador de porteros (2005-08), función que también desempeñó en su etapa juntos en el Sant Andreu (2008-11).

Con su llegada al Alavés, las labores de Claramunt han variado sustancialmente, abandonando el trabajo específico con los porteros para convertirse en la mano derecha de Nacho González, sobre todo cuando toca ensayar las jugadas a balón parado. En ese momento el entrenador catalán toma el relevo al vitoriano, que en todo momento supervisa los ejercicios, y se afana en el trabajo de unas acciones que van a ser muy importantes en la capacidad goleadora del equipo.

Para muestra, un botón. O dos. Ejemplos hay claros y tan recientes como el último partido liguero. Dos goles y los dos a través de sendos saques de esquina de muy diferente ejecución. El primero de ellos, con un saque en corto para buscar, tras la devolución, un centro más abierto que, tras un monumental barullo, propició la diana de Javi Hernández. El segundo, a través de un saque directo rematado a la perfección por Viguera. Dos muestras de un repertorio muy extenso.

Y es que, falto de una clara referencia goleadora, este nuevo Alavés tiene claro que cualquier recurso va a ser bueno para tratar de batir a los rivales. Con varios futbolistas que atesoran muchos centímetros y unos cuantos con calidad para poner en el área centros medidos, las jugadas a balón parado han sido una fuente constante de peligro a lo largo de los tres primeros compromisos oficiales y, de momento, dos de los goles del equipo han llegado en este tipo de jugadas.

Un logro meritorio para un equipo casi completamente nuevo que ni siquiera lleva dos meses trabajando al completo, lo que habla bien a las claras de la importancia que el cuerpo técnico le ha dado al trabajo de las jugadas de estrategia. Mucha pizarra, mucho entrenamiento, mucha corrección y mucha repetición. Y muy buenos frutos. Goles de pizarra; goles de Claramunt.