Vitoria. Siguiendo tal vez el perfecto y precioso ejemplo que ofrece el Casco Viejo de Vitoria, el Deportivo Alavés parece haber optado en la presente temporada por refugiarse en las costumbres de la época medieval. De esta manera, al igual que sucedió en su momento con la almendra gasteiztarra, el equipo de Nacho González se ha marcado como primer y principal objetivo protegerse a través de una sólida y robusta muralla. Es plenamente consciente de que en muchas oportunidades el mejor ataque nace de una buena defensa y por ello se ha apresurado a construir un muro que, hasta el momento, se ha demostrado infranqueable para todo aquel que ha osado acercarse.

Así ha quedado perfectamente demostrado después de la disputa de los tres encuentros oficiales en los que ha comparecido la escuadra albiazul. De esta manera, tras 270 minutos de lucha sobre el césped, la portería que ha defendido Miguel Martínez continúa inmaculada. Ni Barakaldo, ni Catarroja ni Logroñés pudieron hacerle un gol al Alavés que, apoyado en esa base de solidez, ha ido creciendo en ataque en cada choque para terminar haciéndose con la victoria en todos ellos.

El camino a seguir está claro. Si el adversario de turno no puede perforar tu portería resulta matemáticamente imposible que pierdas el partido y siempre terminarás sumando algo positivo a tu casillero. Además, acumular jornadas con el marcador de goles encajados a cero incrementa exponencialmente la confianza de los jugadores en sus posibilidades y, en paralelo, crea una especie de miedo escénico en aquellos que tienen como misión resquebrajar las cada vez más sólidas paredes de la muralla.

Con este caldo de cultivo perfectamente elaborado, los resultados no han tardado en llegar. Así, el inicio de temporada del combinado de Nacho González puede calificarse por ahora de perfecto y si el sábado suma un nuevo triunfo ante el Real Unión en Mendizorroza igualará su mejor arranque de Liga en dieciséis temporadas, enlazando tres victorias consecutivas.

La fórmula que tan excelentes rendimientos está ofreciendo se apoya en varios aspectos fundamentales. Así, por ejemplo, la construcción de la muralla no recae ni mucho menos de manera exclusiva en los albañiles de la retaguardia. Todo el equipo tiene encomendadas tareas defensivas muy concretas y el trabajo de recuperación comienza desde la primera línea del ataque.

De esta manera, resulta habitual ver a dos o tres jugadores albiazules esforzándose al máximo en la presión al rival para torpedear su salida de balón desde atrás o tratando de recuperar de inmediato alguna pelota perdida. La solidaridad en la construcción del muro protector es un ingrediente imprescindible para que no presente grietas peligrosas y por ello todos se afanan al máximo para mantener el peligro lo más alejado posible.

fortaleza final Por último, en las contadas oportunidades en las que los rivales han conseguido hasta el momento acercarse a las inmediaciones del área albiazul, la línea defensiva, la fortaleza final, ha dado sobradas muestras de solvencia. Una pareja de centrales -Luciano y Javi Hernández- de enorme contundencia y que ocupa de manera casi despótica su zona de influencia unido a dos laterales -Óscar Rubio y Manu García- de notable despliegue físico también y calidad para imponerse en el uno contra uno están siendo argumentos más que solventes para garantizar la seguridad de la portería. Por si fuera poco, Miguel Martínez -junto al del Amorebieta único portero imbatido en el Grupo II- está destacando por sus notables actuaciones.