Vitoria. "En este club, desde que entran, a los niños les explican el significado de lo que representa defender los colores del Alavés, les transmiten unos valores. Se exige un compromiso hacia el club, a ellos y a los padres, que creo que en este caso el club no ha tenido hacia ellos ni hacia sus familias, que lo han dado todo por ayudar cuando las cosas han estado difíciles". Habla el padre de un jugador de uno de los seis equipos de las categorías inferiores que la nueva dirección deportiva del Deportivo Alavés anunció el pasado jueves que iban a desaparecer de la estructura de la entidad albiazul. Cerca de un centenar de niños, de entre 8 y 12 años, enrolados en los benjamines, alevines e infantiles del Glorioso iban a quedarse en la calle y el club, que venía vendiendo la idea de volver la vista a la cantera tras el relevo en la secretaría técnica, se encaminaba a perder la base de su futuro, parte de su esencia. Pero en apenas unas horas, todo cambió.

La presión social y mediática, encabezada por los padres, ha provocado la marcha atrás de la directiva que preside Avelino Fernández de Quincoces. Josean Querejeta decidió recular antes de exponer a su equipo dirigente -eternamente en el punto de mira de muchos por su procedencia para algunos invasora- a una ruptura con parte de la masa social del club.

"La gente está muy decepcionada", proseguía el padre del integrante de uno de los equipos condenados a la desaparición en la versión inicial de los hechos. "Como esto salga adelante, mi hijo no vuelve a ponerse la camiseta del Alavés en la vida", protestaba. En realidad, esa postura de rabia y fobia la compartían varios de los progenitores de los niños cuya rápida respuesta ante la decisión del nuevo director deportivo ha permitido ese cambio de rumbo. La indignación cedió su lugar a la movilización. En cuestión de horas, los padres se habían coordinado para diseñar un acto de protesta ante cuyo evidente eco mediático la directiva ha decidido ceder.

Todo comenzó el miércoles, sólo dos días después de la presentación de Javier Zubillaga como director deportivo en sustitución de Dani Barroso. Había varias reuniones fijadas para realizar el balance de la temporada pasada, comunicar bajas, ascensos de categoría y demás aspectos relacionados con el cierre del ejercicio a los padres. Sin embargo, y sin previo aviso, la mayor parte de las reuniones fueron canceladas muy poco antes de la hora establecida en inicio. El jueves se supo por qué. Javier Zubillaga, que en una de sus primeras decisiones en su nuevo cargo había decidido relevar a Edu Carrera, el coordinador general del fútbol base, para situar en ese puesto a un hombre de su total confianza y que ya conocía la casa como Gustavo Pérez, quería seguir con el proceso de vuelta al pasado. Y en este sentido, pretendía que la estructura de las categorías inferiores fuese igual que en su anterior etapa, con los niños más pequeños integrados en la escuela, sin competir. En apenas unas horas, tras conocerse la noticia, ya se había organizado el acto de protesta, en un principio fijado para ayer a las 17.00 horas, curiosamente el momento en el que -aunque esto no se sabía- fue presentado Nacho González como nuevo entrenador del primer equipo.

La idea de los padres pasaba por acudir a las oficinas del club en Mendizorroza junto a todos los niños que iban a quedarse sin equipo ataviados con sus uniformes albiazules. Los medios estaban convocados; prensa escrita, radios y televisiones. La imagen, con la que padres pretendían mostrar el compromiso y el amor a los colores de aquellos a los que se quería expulsar del Alavés, habría resultado muy dañina para la entidad que ahora gobierna Josean Querejeta. La reacción fue tan inmediata como la organización de la protesta. En la mañana de ayer todo había quedado, de momento, desactivado. El Alavés había salvado al Alavés. O al menos a una pequeña parte.

"¿Con qué cara pueden mirar a los chavales, o a los padres, que les han estado todo este tiempo vendiendo los valores del club después de una cosa así?", se preguntaba el padre afectado. "Ha habido padres que, aun estando en el paro, se han comprometido a llevar a los niños en sus coches a los torneos porque no había dinero para pagar autobuses o gasolina. Se ha hecho todo lo que ha pedido el club", añadía. Y no ha sido poco. De hecho, desde el cambio de propietarios, a los padres les ha tocado intensificar su aportación. "Hemos tenido que ir a fiestas del Baskonia, a plantar árboles lloviendo o asumir el transporte de los niños. Y todo lo hacíamos porque nos lo pedía el Alavés", lamentaba el padre de un alevín alavesista.

La tormenta, al menos de manera provisional, ha cedido espacio a la calma. Javier Zubillaga, que tiene sus ideas para el fútbol base y es probable que puedan resultar muy aprovechables, dispondrá de tiempo para desarrollarlas. Pero podrá hacerlo sin necesidad de que su aplicación se cobre víctimas colaterales y pueda generar enemigos del alavesismo entre aquellos que ahora mismo suponen su futuro. Entretanto, al técnico riojano le queda mucho trabajo por delante en la confección de la primera plantilla albiazul. Sin duda, el tema más urgente en estos momentos.