Vitoria. Hay días en los que por mal que lo hagas todo sale bien y hay otras ocasiones en que por muy bien que se hagan las cosas no se acaba de dar una a derechas. El Deportivo Alavés vivió ayer una tarde de las del segundo ejemplo. Durante la mayoría de los minutos puso sobre la balanza del fútbol muchos más argumentos que un Real Unión balompédicamente inoperante, pero de nuevo tuvo que echar mano del toque de corneta, de la reacción furibunda con el cronómetro apurando el tiempo, para llevarse una agónica victoria. Completamente inmerecido fue el sufrimiento que ayer le tocó padecer a la parroquia de Mendizorroza, ya que si alguien hizo méritos para llevarse el partido fue un Alavés que pecó al mismo tiempo de su candidez en algunos remates y también de su falta de contundencia para defender las jugadas a balón parado. Eso sí, tampoco cabe dejar en el olvido la colaboración irundarra con dos penaltis, sobre todo el segundo y definitivo, impropios entre futbolistas profesionales.
Como ya ocurrió en su último partido en Mendizorroza, el Alavés volvió a protagonizar una puesta en escena muy convincente. Con el guión perfectamente aprendido, el cuadro albiazul se adueñó casi por completo del esférico y fue ganando metros y profundidad percutiendo con insistencia en una defensa irundarra tan poblada como endeble. La suma de efectivos alrededor de Otermin no supuso antídoto alguno para las acometidas de un Glorioso insistente a la hora de buscar la velocidad por las bandas y los desdoblamientos de sus laterales, generando siempre inquietud al meta unionista.
La primera, en apenas 7 minutos, la tuvo en sus pies Casares, pero su remate en el mano a mano se fue desviado. Fue el primer aviso alavesista, que a continuación palideció ante una doble acometida visitante antes de hacerse definitivamente amo y señor del 105x67 de Mendizorroza. Por la izquierda, por la derecha, por el centro y de nuevo por las bandas. Una y otra vez. Insistiendo hasta lograr romper una fortaleza que tampoco es que mereciese llamarse así.
En el minuto 21 acabó encontrando el cuadro albiazul el camino hacia el gol en una jugada de contraataque propia de la pizarra. Una recuperación de Casares, una apertura de Geni hacia la izquierda y allí entre Salcedo y Dani López cocinaron la receta de la contra perfecta para que el vitoriano acabase habilitando para la llegada desde atrás del asturiano, que aprovechó la mala salida de Otermin para marcar con una vaselina perfecta.
El gol era un premio más que merecido, pero se topó el cuadro albiazul casi de manera inmediata con un tanto en propia puerta. Sin comerlo ni beberlo, casi sin buscarlo, el Real Unión ponía de nuevo las tablas en el marcador y provocaba la momentánea zozobra de un Alavés que pasó por unos minutos de titubeo antes de reponerse y volver de nuevo a las andadas.
Con ese ritmo, el paso por vestuarios supuso un cortafuegos para un cuadro vitoriano que ya no volvería a ser el mismo. El balón comenzó a repartirse mucho más hasta que Granero optó por dar entrada a Indiano, que consiguió recuperar el esférico. De nuevo la llegada por bandas resultó definitiva, en este caso para provocar un penalti que transformó Jito en el minuto 61.
Parecía ya el momento de la tranquilidad, pero el cuadro alavesista volvió a caer en el mismo error y no respetó el juego que le había llevado a adelantarse por doble partida en el marcador. De nuevo permitió sobrevivir a un Real Unión que otra vez consiguió empatar con muy pocos argumentos con Galán aprovechando un balón muerto en el área tras un saque de esquina.
Con apenas un cuarto de hora por jugarse, volvió a abrir el Alavés el tarro de las esencias, ese que no debería haber cerrado, y de una mágica combinación entre Jito e Indiano surgió un penalti infantil de Ekhi con el que el punta catalán cerró el triunfo, victoria que precisó de unos cuantos minutos anteriores de agonía por conceder de nuevo al rival el control del balón. Eso sí, tres puntos al fin y al cabo con un fútbol a ratos brillante y que permiten ese nuevo salto en la clasificación que habrá que refrendar en una semana en Eibar.